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Crítica:LIBROS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Los ríos son el alma de los paisajes

Jesús Mota

A efectos económicos, el agua ha sido durante siglos una materia prima invisible. Una de las más importantes, por cierto, puesto que no sólo genera rentas en la agricultura, sino también en la generación de electricidad, en la industria alimentaria o en el turismo. Se sabía que la política del agua en España se asfixia pasto de caciquismos y despropósitos -no hay más que ver la concesión semigratuita del agua a las empresas productoras de electricidad o el necio empeño de algunas comunidades autónomas en "blindar los ríos"- pero resulta que en todo el mundo alcanza dimensiones catastróficas. Pedro Arrojo recuerda las dimensiones de esa catástrofe en este libro: 1.100 millones de personas no tienen garantizado el acceso a agua potable, 2.400 millones de personas no tienen servicios básicos de saneamiento y todos los días mueren 10.000 personas -en su mayoría niños- por causas relacionadas con la falta de agua. La ONU ha dado a conocer en un informe reciente la tragedia del agua en el mundo; en España, el impacto sobre la opinión pública de cualquier información de este tipo quedó neutralizado por unas confusas declaraciones de la ministra de Medio Ambiente.

El reto ético de la nueva cultura del agua. Funciones, valores y derechos en juego

Pedro Arrojo

Editorial Paidós

ISBN 84-493-1857-2

Pedro Arrojo propone un nuevo modelo social de utilización del agua. Parte del supuesto de que el patrón actual es el de explotación pura y simple. Es el que consiste en usar el agua, sin tasa ni medida, para la agricultura, la industria y los servicios como un recurso abundante y fácilmente disponible; o en utilizar los cauces fluviales y el mar como depósito de desperdicios. En cambio, el patrón deseable ha de tener en cuenta la sostenibilidad medioambiental. Las cuencas de los ríos no son sólo depósitos de agua para usar y tirar; contienen ecosistemas que hay que respetar y proporciones estéticas que no se deben alterar -aunque esto sea, en su opinión, "menos mensurable"-, para lo cual trae a colación la buida frase de Unamuno "los ríos son el alma de los paisajes". Invoca la equidad intergeneracional, es decir, que el agua no es sólo de las generaciones presentes y concluye que las políticas de oferta, basadas en la construcción de grandes obras hidráulicas y abundantes subvenciones públicas tienen que cambiar por políticas de gestión de la demanda. Es decir, ahorro, consumo responsable y respeto ecológico.

El libro es una defensa apasionada de esa tesis. Exposición, nudo y desenlace. Entre el poco más que contienen sus páginas aparecen algunas digresiones, como las que se hacen sobre liberalizaciones y privatizaciones, que no molestan pero que son prescindibles. Lo que puede tener interés no son las distinciones teóricas para consumo de economistas, por otra parte, muy conocidas, sino la llamada de atención sobre el problema del agua y la dosis de verosimilitud que hay que aportar para que la alarma resulte eficaz sin dramatismo. Arrojo consigue poner en pie con solvencia la descripción de una realidad deficiente y una receta general, pero plausible, para corregirla. Esto en el supuesto de que el autor y los lectores crean en una sociedad reticulada en la que es posible identificar nítidamente los problemas, fabricar políticas para resolverlos y aplicarlas con la más extrema pulcritud.

Así que ya está dada la alarma. A continuación, convendría saber si el Estado -Gobierno, comunidades autónomas, municipios- está en disposición de organizar en colaboración con los agentes económicos -en este caso las comunidades de regantes- una política razonable del agua que incluya, como mínimo, algún precio de referencia disuasorio para los consumos de derroche, algún procedimiento para que el consumo humano quede garantizado a través de la transferencia de agua desde consumos agrícolas y alguna garantía de que las cuencas fluviales no se van a convertir en una guerra de despiadada necedad entre comunidades autónomas. Lamenta Arrojo que el localismo autonómico disfrace de soberanías nacionales y fervores patrios lo que no es sino simple apropiación de derechos frente a pueblos aguas abajo. Pues eso es lo que se trata de erradicar.

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