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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Evasión

EL ANCIANO pintor Wang-Fô vagaba de un lado para otro por los confines del inmenso reino de Han, antigua denominación de China, y lo hacía acompañado por su joven discípulo Ling, que cuidaba como podía del maestro, para quien, embebido por la belleza del mundo, no existían ataduras materiales. Y es que, a pesar de su universal fama como pintor, Wang-Fô no comerciaba con los dones de su prodigioso talento, porque no aceptaba la menor distracción en su tarea, dedicada por completo a absorber las inagotables maravillas que, estuviera donde estuviera, le salían indefectiblemente al paso, pues no en balde él sabía apreciarlas gracias a su inmaculada luz interior. Claro que Wang-Fô pertenecía a una era en que un artista se consideraba como tal no sólo por poseer una mirada sensible y una extraordinaria habilidad manual.

Precisamente para explicarnos el trasfondo de este genial artista mítico, la escritora Marguerite Yourcenar (1903-1987) inventó una fábula, titulada Cómo se salvó Wang-Fô (Gadir), cuya hondura resultó ser tan compatible con la sencillez que el consiguiente relato admitió transformarse en un cuento infantil ilustrado, como el que ahora se ha publicado en versión castellana con los delicados dibujos de Georges Lemoine. Lo que en él se narra es la brusca e inesperada detención de Wang-Fô y su discípulo Ling por los sicarios del emperador, el cual, una vez conducidos ante su imponente presencia, les comunica que tiene la intención de arrancar los ojos y cortar las manos del anciano maestro, porque no había logrado reponerse de su decepción cuando, tras permanecer aislado del mundo durante su infancia sólo contemplando las imágenes de éste a través de las pinturas del malhadado pintor, le pareció que la visión directa de las cosas no se correspondía con lo que el arte le había hecho imaginar. Estupefacto ante el cruel comunicado, el joven aprendiz Ling se arrojó impetuosamente contra el emperador, logrando con ello ser sólo la primera víctima, pues al punto le fue rebanada la cabeza por un guardián.

De todas formas, antes de ordenar el cumplimiento de la mutiladora sentencia sobre Wang-Fô, el emperador le dio la oportunidad al artista de que concluyera una antigua pintura suya inacabada, que se conservaba en la colección de palacio. Wang-Fô aceptó el encargo de inmediato. La pintura representaba un esbozo de paisaje marino, al que el artista le dio primero los toques de color que azulaban el agua y sonrosaban las nubes, para, inmediatamente después, dibujar la figura de su recién asesinado discípulo, el cual, de nuevo vivo, sonriente y con un pañuelo rojo anudado a su cuello, le invitaba a subirse en la barca en la que él estaba montado, a lo que accedió con gusto el maestro. Según ambos se alejaban de la orilla, la embarcación se iba convirtiendo en una figura cada vez más diminuta hasta desaparecer por completo en el horizonte, sin que el emperador pudiera hacer otra cosa que contemplar la asombrosa fuga. A pesar de haber sido testigo del poder de evasión del arte, se cuenta que esta hazaña al emperador le produjo un indeleble hueco en la cabeza y un no menos persistente regusto amargo a sal en el paladar.

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