Las violaciones colectivas cometidas por menores ponen en estado de alerta a Suiza
Un grupo de jóvenes violó en Zúrich a una chica de 13 años y tres filmaron el ataque
No se habla de otra cosa en los medios de comunicación locales. Incluso las autoridades federales convocaron una reunión para estudiar las medidas a adoptar. La gota que ha colmado el vaso y ha disparado las alarmas sociales fue la violación de una menor de 13 años por un grupo de 13 adolescentes en el barrio de Seebach, en Zúrich. Tres de los violadores filmaron las agresiones con sus teléfonos móviles. Uno de ellos era el novio de la víctima, un adolescente de origen macedonio que "no dudó en ofrecer su novia a sus amigos", según el informe de las autoridades.
El 16 de este mes, las autoridades policiales daban una conferencia de prensa en la que se informaba a los medios de comunicación del calvario sufrido por la adolescente. La joven fue violada y golpeada a lo largo de varios días por 13 menores de entre 15 y 18 años. Las violaciones fueron cometidas por grupos de tres y hasta ocho jóvenes al mismo tiempo.
El hecho no pasaría de la crónica de sucesos si no fuera por un dato que perturba seriamente la tradicional calma del país: entre 1999 y 2004, el número de atentados contra la integridad sexual cometidos por menores de edad en Suiza ha subido un 62%, según un informe de la dirección de justicia y policía.
La lista es larga y dolorosa: una violación de una menor de 13 años en Chavornay; en Rhazüns, la víctima tenía apenas cinco años; en Oberland, una jovencita de 14 años fue violada por ocho adolescentes, mientras que en Ginebra otra víctima de 14 años lo fue por nueve menores. Todos casos recientes en los que incluso se ha llegado a agredir sexualmente a una deficiente mental.
A la hora de encontrar explicaciones al fenómeno, todos los dedos apuntan acusadores a la explosión de la pornografía y su fácil acceso gracias a Internet. El repertorio descubierto por los medios de comunicación suizos es asombroso.
"¿Y la escuela ante todo esto qué hace?", se preguntan las autoridades. Fabian Blobel, psiquiatra especializado en trastornos de conducta de niños y adolescentes, ha comentado a EL PAÍS: "Los padres, y no la escuela, son responsables de la educación sexual y de establecer los límites".
Sonia Arnal y Sabine Pirolt son dos periodistas del semanario L'Hebdo que han realizado una serie de reportajes relacionados con la violencia sexual entre adolescentes. Pirolt comentó: "Hay que destacar que todos estos jóvenes se conocen, comparten lugares de ocio en el barrio y a menudo van a la misma escuela". En su opinión, no puede decirse que estas conductas reflejen "una excepcionalidad suiza" dado que el fenómeno es ya bien conocido en las banlieues calientes de Francia.
Allí se conoce a estas agresiones sexuales con el nombre de tournantes. Se trata de violaciones en grupo que suelen aplicarse como forma de castigo a las mujeres que no observan los códigos de conducta adecuados en barrios saturados de extremismo, tráficos diversos y militantes islamistas. "La excepción suiza", comenta Arnal, "es que aquí hablamos abiertamente de ello".
La cuestión de la xenofobia está a la orden del día al hablar del fenómeno de las violaciones colectivas en Suiza. Los medios de comunicación se apresuran a aclarar que el origen de los agresores suele ser extranjero, y en particular balcánico: macedonios, bosnios, kosovares, turcos, serbios, montenegrinos, albaneses, rumanos, búlgaros o kurdos. "En los países de origen de estos jóvenes, las mujeres están protegidas por sus familias y un entorno social. Los hábitos culturales hacen que ciertas conductas se controlen", dice Blobel, y agrega: "Al vivir en Occidente, esos referentes se pierden".
"Es importante destacar que la mayoría de los violadores ha sido víctima de abusos en sus propias vidas", comenta Blo-bel, "y que el 90% de los casos de abusos sexuales se dan en entornos familiares y conocidos". Muchos de estos adolescentes no ven su conducta como mala o negativa, sino como un medio de integrarse en el grupo y obtener respeto dentro de la comunidad.
Blobel concluye su análisis diciendo: "Me preocupa que esta historia sea instrumentalizada como arma contra los inmigrantes balcánicos y de Europa del Este".
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