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Los choques con la policía federal en Oaxaca acaban con decenas de heridos

Los grupos radicales incendian y saquean edificios históricos y comercios en la capital del Estado

Los grupos radicales de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) incendiaron y saquearon en la madrugada de ayer edificios históricos y comercios de la capital del Estado, en medio de violentos choques con los agentes de la policía federal, a los que pretendían cercar como colofón a una manifestación. Durante horas, la policía reprimió a los radicales con gases lacrimógenos, porras y chorros de agua con elementos irritantes, bajo una lluvia de cohetes, piedras y cócteles molotov desatada por los manifestantes. Los incidentes se saldaron con decenas de heridos y un centenar de detenidos. Algunos líderes de la protesta dicen haber perdido el control de la situación.

Líderes de la APPO, que aglutina a los sectores insurrectos en un conflicto que dura más de seis meses en el Estado mexicano de Oaxaca, cifran en centenares los detenidos y heridos en sus filas, e incluso afirman que hay varios desaparecidos y seis muertos. La fiscalía del Estado confirmó que hay unos cien detenidos, mientras que Cruz Roja informó de que ha atendido a 80 heridos, la mayoría por los efectos de los gases lacrimógenos o por golpes. El diario La Jornada eleva el balance a más de 140 heridos, 20 de ellos de bala. Por el momento, no hay datos oficiales sobre muertos o heridos ni sobre el balance de daños.

La ciudad amaneció ayer con las huellas de la batalla: edificios coloniales y comerciales quemados, restos de vehículos y tiendas de campaña consumidas por el fuego, cascotes en la calle... La policía patrullaba la capital oaxaqueña, y no se apreciaba ninguna señal de diálogo ni esperanzas de que la tensa calma fuera duradera.

La batalla comenzó cuando la policía federal, enviada el pasado 28 de octubre para tratar de recobrar el control de la ciudad, rechazó las cargas de la APPO en el centro histórico de Oaxaca. Los federales cargaron con gases y chorros de agua lanzados desde tanquetas, a lo que los radicales respondieron con cohetes y piedras. En la retirada se desató el vandalismo de los radicales, que prendieron fuego a monumentos arquitectónicos como las sedes del Tribunal Superior de Justicia y el Teatro Juárez, comercios y oficinas públicas, así como más de 20 vehículos.

El Gobierno de Oaxaca culpó a la APPO del nuevo estallido de violencia. Mientras, Marcelino Coache Verano, líder y portavoz de los insurrectos, dijo: "Fuimos agredidos con piedras, canicas y gases [por la policía federal] y, en un acto de legítima autodefensa, se ha respondido (...)". Según Coache, los federales dejaron sus trincheras, establecidas a finales de octubre, para dispersar, perseguir o detener a los opositores.

El gobernador Ulises Ruiz, del Partido Revolucionario Institucional (PRI), cuya renuncia exige la APPO en un conflicto que se ha enconado tras iniciarse como una reivindicación laboral de los profesores, trató de minimizar el coste de las refriegas, y negó que haya muertos.

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La situación en Oaxaca se complica por momentos, pues la policía federal, al parecer, ha pasado de una estrategia de contención y recuperación del centro histórico a una acción que contempla el desalojo de los bastiones de la APPO y la detención de sus líderes, varios de los cuales se encuentran refugiados en la Universidad Benito Juárez. Entre los insurrectos se aprecian divisiones: Flavio Sosa, el principal dirigente de la APPO, fue tildado de traidor por los más radicales cuando trató de poner orden en medio de la refriega. Finalmente, salió del lugar con una declaración alarmante: "La APPO declara incontrolable la situación".

Horas más tarde, líderes de la Asamblea negaron que sus miembros causaran incendios o destrozos, y culparon de los mismos a "infiltrados". Pero no aclararon si su organización perdió el control de sus alas más radicales, a las cuales se ha llegado a identificar con grupos guerrilleros como el Ejército Popular Revolucionario.

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