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Crónica:Fútbol | 12ª jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Capellismo puro

El instinto goleador de Raúl da el triunfo al Madrid ante un Valencia sin pegada

Nadie como Raúl ha interpretado en el Madrid el espíritu de Capello. Trabajo a destajo y máxima efectividad. Victoria tras victoria, título tras título, hasta el aburrimiento final. Así ha sido siempre la carrera del entrenador italiano, que enseñó en Mestalla un Madrid tan parco de juego como rico en productividad. Le bastó el insitinto goleador de Raúl, que enchufó la única de que dispuso, en claro contraste con la falta de pegada de la delantera valencianista. Angulo falló todo tipo de remates, Villa se lesionó al cuarto de hora y Morientes ni siquiera entró, se supone que también lesionado. El Valencia jugó una primera parte notable y también fue mejor en la segunda. Pero fue una superioridad en todo lo que no es verdaderamente importante, es decir fuera de las áreas, en las que sí gobernó el Madrid.

VALENCIA 0 - REAL MADRID 1

Valencia: Cañizares; Miguel, Albiol, Ayala, Curro Torres (Hugo Viana, m. 81); Baraja, Pallardó (Tavano, m. 73), Silva, Joaquín; Villa (Vicente, m. 15) y Angulo. No utilizados: Butelle; David Navarro, Regueiro, Jorge López y Cerra.

Real Madrid: Casillas; Míchel Salgado, Cannavaro (Mejía, m. 46), Sergio Ramos, Roberto Carlos; Diarra, Emerson, Robinho (De la Red, m. 69), Raúl, Reyes; y Van Nistelrooy. No utilizados: Diego López; Pavón, Raúl Bravo, Cassano y Nieto.

Gol: 0-1. M. 52. Reyes lanza a Roberto Carlos, que centra hacia atrás y Raúl marca de tiro ajustado.

Árbitro: Medina Cantalejo. Amonestó a Cannavaro, Diarra, Salgado, Baraja y Joaquín.

Unos 55.000 espectadores en Mestalla.

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Mucho desgaste del Valencia para ningún beneficio. Eso, a pesar de que se las prometía felices en la primera parte. En caso de dudas, Silva. En medio de la vorágine, de un ritmo desenfrenado marcado por su equipo, el jugador canario representó la calma, la pausa y el balón al piso. Llevó de cabeza a la defensa madridista, que no supo cómo abortar su fútbol de entre líneas. A los 20 años, Silva es el mayor activo del Valencia tanto si actúa de interior izquierdo, como al principio, como de segundo delantero, cuando se lesionó Villa. Una inconsciencia por parte del asturiano: querer jugar a pesar de que los médicos se lo desaconsejaban. Se vio desde el inicio que no tenía el arranque necesario. Así que al cuarto de hora ya pidió el cambio y se marchó a la caseta con cara de funeral. A Quique le tocó dar carrete a Vicente, en perpetuo estado de restablecimiento por los tobillos de cristal. Entró como un tiro en el partido. Sin quitarle méritos a su regate, contribuyó lo suyo la debilidad de Míchel Salgado, un agujero por la banda derecha. Vicente lo desbordó de cualquier manera hasta que Salgado optó por la tremenda y le señaló el tobillo izquierdo en una acción en el centro del campo.

El Madrid se distinguió en la primera parte por un puñado de faltas tácticas, siempre atento a cortar las alas del rival, así como por un amenazante Robinho, el único que aceleró el corazón de la hinchada valencianista. Le sobra habilidad al extremo brasileño, que ya ha asumido su importancia en un grupo de escasa creatividad. Sobre todo si como ayer, ausente Guti, no hay nadie dotado para filtrar los pases. Pero sí para alcanzar la línea de fondo como un látigo y meter hacia atrás el pase de la muerte. O sea, Roberto Carlos, en una segunda juventud. Cazagoles nunca le faltaron a Capello en su equipo y Raúl es uno muy reputado. Tocó de primeras, con su bendita izquierda y batió a su amigo Cañizares, que no tuvo tiempo ni de pestañear. La ocasión vino por una mala entrega de Miguel, que dio el balón a Reyes y éste montó el contragolpe mortal.

El Valencia respondió con rabia, aunque con la misma falta de pegada y cada vez más desordenada. Morientes, su único goleador puro, lo miraba desde el banquillo. El árbitro perdonó la expulsión a Míchel Salgado tras desplazar el balón cuando ya tenía una tarjeta amarilla. Joaquín se enredó en varios regates claros que pifió uno tras otro. La defensa madridista, en la que Mejía había sustituido a Cannavaro, tampoco aseguraba nada, pero el Valencia se fue frustrando cada vez más ante tanto esfuerzo sin recompensa. Baraja empezó a notar su largo periodo de inactividad y Joaquín, excesivamente individualista, se metía en la boca del lobo. Morientes se retiró del calentamiento, señal de que también él estaba tocado. Lo que llevó a Quique a tal grado de desesperación que recurrió para el último cuarto de hora a Tavano, su delantero proscrito. Fue una elección desesperada. E inútil. A pesar de que el italiano abrió con un giro de cintura un pasillo para Vicente cuyo centro acabaría desperdiciando, cómo no, Angulo. Fue la última bala valencianista. El Madrid, además, sí había mejorado con la incorporación del joven De la Red. Tuvo más cuerpo en el centro del campo, donde Raúl siguió peleando y peleando hasta el infinito. Ya se sabe: nadie como Raúl simboliza el espíritu de Capello: trabajo a destajo más gol.

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