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Columna
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Una seta

Manuel Vicent

En una época de mi vida también practiqué la religión de las setas. Después de las tormentas del final de agosto y de los aguaceros de septiembre estas misteriosas criaturas, que son los gnomos de la gastronomía, sacan la cabeza entre la hojarasca podrida de los robledales del Guadarrama y hubo un tiempo en que un grupo de amigos nos bifurcábamos por distintos senderos de la sierra con la porfía de ver quien sería el primero de encontrar una amanita cesárea, la reina de todas las setas. De pronto se producía un grito de felicidad en medio del bosque. Allí estaba el ganador. Aquellos recuerdos contituyen un breve capítulo del libro Comer y beber a mi manera, que acabo de publicar y si aludo contra mi costumbre a este hecho particular es porque en el relato se ha colado un lapsus inquitante, que convierte esta narración culinaria en una novela de misterio. En una de sus páginas se ha instalado un elemento peligroso, gracias a una traición del subconsciente. En aquel tiempo los amigos bromeábamos con un juego muy frívolo que me sirvió para escribir un cuento en el que alguien introducía en el zurrón repleto de níscalos y los boletos edulis algunas láminas de una amanita muscaria, una seta venenosa, aunque no mortal, que algunos visionarios la usan como alucinógeno. Había que guisarla conjuntamente y ver a quien le tocaba en suerte ingerirla como en una ruleta diabólica. En el momento de valorar la amanita cesárea ha querido el diablo que se me fuera la mente hacia aquel juego perdido en el tiempo y en lugar de esta reina de las setas recomendara en el libro como una de las más apreciadas la muscaria, bellísima y tóxica. Pese a que hablo de comer a mi manera mi osadía no llega al extremo de tragarme un alucinógeno, que podría hacerme volar hacia la estratosfera. Este lapsus no genera ningún peligro porque la amanita muscaria no se vende en los mercados, aunque siendo el gnomo más alucinante del bosque, podría atraer el morbo de los que desean ver la séptima cara del dado. Coma usted las setas que le recomienden los entendidos, pero no lo intente con la amanita faloides, mortal de necesidad ni con la amanita muscaria, que le hará pasar por un duro trance entre el cielo y el infierno. He intentado escribir unas memorias con todas las sensaciones puras y primitivas que conllevan los alimentos terrestres y he aquí que en una página ha sacado la cabeza este gnomo aprendiz de asesino, que podría salirle al paso al lector entre líneas. Así de peligrosa es a veces la cocina.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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