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Reportaje:LA BATALLA DE LOS DOS BARONES DEL PP EN MADRID

Aguirre pide disculpas a Gallardón

Presidenta y alcalde casi no se miraron en el primer acto conjunto tras la polémica biografía de ella

"Lo dicho en el libro, dicho queda. Pero, si algo te ha molestado, te pido disculpas". Aunque nadie las escuchó, con esas palabras, según ambas partes, la presidenta de la Comunidad de Madrid y del PP madrileño, Esperanza Aguirre, pidió ayer perdón al alcalde de la capital, Alberto Ruiz-Gallardón. Lo hizo tras acusarlo en un libro -su biografía autorizada- de desleal, de conocer de antemano el tamayazo, de "progre", de creerse Dios, de histérico o de saltarse la ley en 2003 para ser presidente interino y alcalde durante meses. "Acepto las disculpas", afirmó lacónico Ruiz-Gallardón, sugiriendo después que perdona pero no olvida: "Estas cosas deben quedar sólo en el capítulo de la memoria", zanjó.

Hubo momentos críticos. "¡Que viene el tren, que se caen a la vía!", gritaba Manzano
"El alcalde sabe el aprecio que le tengo", dijo Aguirre; Gallardón no aplaudió
Ella intentaba hablar a veces, pero él miraba al frente; con su rostro escenificaba su cabreo

La aparente reconciliación tras la penúltima bronca entre los dos máximos cargos del PP en Madrid se escenificó durante la inauguración de dos nuevas estaciones de metro en la capital, un acto en el que alcalde y presidenta casi ni se miraron. Los desencuentros entre ambos han sido muchos y variados, pero es la primera vez que uno de los dos los admite pidiendo perdón. Las disculpas han llegado después de que en el partido saltasen las alarmas por el perjuicio que los ataques de la presidenta podrían causar en el tándem electoral Aguirre-Gallardón a seis meses de los comicios de 2007.

La entrada a la estación de Alameda de Osuna, un barrio al noreste de Madrid que llevaba dos décadas pidiendo el metro, bullía de gente a las diez de la mañana, con un cielo que amenazaba lluvia y un ambiente político que auguraba tormenta. Estaban los vecinos del barrio, impacientes por estrenar la nueva línea, pero también decenas de periodistas a la espera de ver llegar a las dos estrellas de la jornada, Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre, y de escrutar sus rostros. El primer acto público conjunto tras la publicación de la biografía autorizada Esperanza Aguirre. La presidenta, escrita por la periodista Virginia Drake, podía terminar en ruptura definitiva o en la enésima reconciliación entre alcalde y presidenta.

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La novia llegó primero. Salió del coche oficial y sobre ella se abalanzó una mezcla informe de periodistas, cámaras de televisión, vecinos -la mayoría jubilados- y, con el gesto demudado, sus guardaespaldas y todo el servicio de protocolo al rescate.

Aguirre avanzó entre empujones -involuntarios- con su imperturbable sonrisa, saludando como podía a los vecinos que le daban las gracias por el metro y a los que le gritaban "¡Esperanza, presidenta!". "¡Del Gobierno, del Gobierno!", añadían algunos llevados por el entusiasmo. "No, no, hay que ganar la Comunidad", respondía ella, consciente de que ayer era un día para la prudencia. "¡Cuidado, paren, paren! ¡Atrás, que nos aplastan!", se escuchaba de fondo a una de las colaboradoras de la presidenta.

En esas estaba cuando el coche de Ruiz-Gallardón enfiló la calle y paró frente al mogollón. El alcalde salió con semblante serio. Aguirre se giró y fue hacia él. Se encontraron y, cubiertos por una lluvia de flashes, se dieron dos veloces besos en las mejillas. Medio segundo después, Ruiz-Gallardón se había dado la vuelta y caminaba hacia la entrada de la estación, hacia cualquier sitio pero lejos de Aguirre. Ella, tras un momento de duda, siguió también a lo suyo: estrechó manos, sonrió un poco más. Y juntos, pero separados, entraron en la boca de metro seguidos en tromba por más de 200 personas.

Ése, el del gélido saludo, fue el primer gesto del desencuentro, aunque hubo muchos más. La visita duró apenas media hora, y durante más de diez minutos alcalde y presidenta ni siquiera se miraron. Ella lo intentaba a veces, le indicaba lo bonita que había quedado la estación, o se reía por algo; pero el alcalde prefería fijar la mirada al frente o charlar de cualquier cosa con la concejal de Urbanismo, Pilar Martínez, que no se separó de él en todo el rato. El rostro triste y contraído de Ruiz-Gallardón le sirvió para escenificar su cabreo.

Tras unos momentos críticos en los que el viceconsejero de Presidencia, Alberto López Viejo -al grito de "¡Todo el mundo atrás! ¡No pasas, no pasas!"-, ejerció de agente de seguridad en medio de la avalancha de periodistas, adoptando posición de placaje entre ellos y la presidenta, el grupo llegó al andén y el primer tren estrenó la estación. Las cámaras de televisión tenían literalmente rodeados a presidenta y alcalde, todos en equilibrio inestable al borde del andén. El ex alcalde José María Álvarez del Manzano, invitado al acto por Aguirre, temía por la integridad física del colectivo: "¡Que viene el tren, que viene! ¡Que se nos caen a las vías!".

Pero el tren pasó, hubo aplausos y por fin el viaje de inauguración entre la estación de Alameda de Osuna y la siguiente, El Capricho. En el vagón ya no había escapatoria, así que la conversación intrascendente se impuso y Ruiz-Gallardón no tuvo más remedio que compartirla con Aguirre. Después, otra vez en el vestíbulo, llegaron los discursos de fin de obra. Y el primer gesto inesperado de la presidenta.

Subida a la tribuna, había hecho ya todo el relato del "compromiso cumplido" con las dos nuevas estaciones cuando se paró frente al micrófono y, mirando al alcalde, dijo: "Tras el revuelo que se ha creado por la publicación de fragmentos de mi biografía autorizada, nuestra presencia conjunta aquí es la mejor prueba de normalidad personal e institucional. El alcalde sabe el aprecio que le tengo. Las discrepancias han existido, claro que han existido, pero: primero, ya están superadas, por mi parte desde luego; y segundo, lo que nos une es mucho más de lo que nos separa. Nos une trabajar juntos por el bien de los madrileños".

Todos aplaudieron esas palabras, menos Ruiz-Gallardón. Él había escuchado con los labios prietos y los brazos cruzados. Cuando Aguirre bajó por fin de la tribuna -ahí sí recibió aplausos unánimes- y le preguntó en voz baja: "¿Te parece bien que me haya referido a ese tema?", él le dedicó una sonrisa forzada, pero no respondió.

Más tarde, según cuentan ambas partes, llegó, en privado, la petición de disculpas de la presidenta. Y el alcalde, en otro acto público -ya en solitario- por el Día contra la Violencia de Género, fue preguntado por un periodista. ¿Acepta las disculpas? "Las acepto. Nunca he dejado de aceptar las disculpas de nadie que me las haya pedido", dijo, antes de expresar su deseo de que "estas cosas se queden en el capítulo única y exclusivamente de la memoria". El alcalde no se ha replanteado, de momento, su negativa a asistir a la presentación de la biografía de la presidenta.

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