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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Nuestro lado femenino

La presentación de la Ruta de les dones, una iniciativa municipal que aspira a potenciar itinerarios urbanos de Barcelona, L'Hospitalet y Sant Adrià de Besòs, nos ha permitido recordar que Barcelona, igual que Cataluña, es femenina. La autora del volumen que ordena y recopila toda la información al respecto, Isabel Clara Simó, escribe en su introducción: "¿Perquè trobo que Barcelona és femenina? Doncs perquè trobo femenina Venècia, però no París; Bristol, però no Viena; Hamburg, però no Londres". Y añade: "L'Estat és mascle i la nació és femenina, i, per això, l'Estat és el pare -fins i tot per als catalans, l'Estat és la font del poder i de la riquesa-, i la nació és la mare, la font dels sentiments". Son opiniones que darían para un debate y no se especifica qué clase de relaciones mantendrán la femenina Barcelona con los masculinos L'Hospitalet y Sant Adrià, ni si la antipatía que a mucha gente le produce el Estado, pongamos, del Vaticano se debe a su evidente masculinidad.

Más allá de retóricas opinables, la iniciativa se inscribe en la multiplicación de atajos temáticos para recorrer la ciudad (visitas guiadas semanales a tres euros por persona). Si existen itinerarios basados en los pecados capitales, el modernismo, la homosexualidad militante, los vestigios romanos, la impostura gastronómica, la delincuencia organizada y las despedidas de solteros y solteras, no está mal que se añada a esta oferta una serie de itinerarios rebozados con el hilo conductor del "punto de vista femenino" que tienen la voluntad de reivindicar el papel de la mujer en nuestra historia (de hecho, existe ya una tradición contemporánea de guías turísticas para mujeres en distintos catálogos editoriales europeos y norteamericanos). Todos los caminos para conocer una ciudad son legítimos y éste no es una excepción. Las ocho rutas diseñadas incluyen una aproximación femenina al poder, el descubrimiento de la huella que las mujeres dejaron en los ámbitos de la menestralía y del poder, las capas más desfavorecidas de la pirámide popular (incluyendo la prostitución), la burguesía artística e ideologizada y la organización reivindicativa o empresarial.

El relleno teórico del invento está currado y, en algunos momentos, da el pego. Al fin y al cabo, el orden de los factores altera poco el producto y si al final hemos visitado catedrales y museos, bares y calles, monumentos y experimentos urbanísticos, vestigios históricos y placas conmemorativas, nos da un poco lo mismo que la suma final juegue a favor de los unos o de las otras. En este caso, la subjetividad subraya nombres propios como Mary Santpere, Mercè Rodoreda y Rosa Leveroni, por poner tres ejemplos merecedores de una respetable posteridad más cívica que historicista (y que, dicho sea de paso, tambien aparecerían en un repaso inteligente y metrosexual del pasado). En lo artístico es donde la intención femenina o feminista y su materialización pueden llegar a generar ciertas disonancias. La estatua Dona i ocell, de Joan Miró, por ejemplo, es un inequívoco homenaje monumental protagonizado por la mujer, pero a través de una forma fálica, que en el momento de su inauguración fue abiertamente denostada por algunos sectores del feminismo local ("¡esto, más que una mujer, es una polla como una olla!", recuerdo que gritó una amiga mía el dia que la inauguraron). La Dama del paraguas, en cambio, representa un tipo de mujer decimonónica que nada tiene que ver con la barcelonesa actual, hiperactiva, endeudada y pegada al móvil.

¿Es una chorrada esforzarse en feminizar el turismo? No más que darle otra dimensión parcial. Quizá lo importante es que la suma de estímulos sea más o menos fiel a una realidad documentada. Personalmente, admito que cuando cruzo la Riera Blanca pasando de Barcelona a L'Hospitalet no experimento ningún desequilibrio de género, y viendo algunas de las diarias estupideces que se comenten en nuestra querida ciudad, tampoco veo que Barcelona demuestre tener el famoso sentido común de género del que tan abusivamente presumen algunas mujeres concienciadas. La información, sin embargo, sí es útil. Descubrir los valores de contenido social de un edificio como el de la Lactancia; rememorar el feminismo de Dolors Monserdà, que bautiza una calle de Sarrià; saber a qué clase de artista corresponde el monumento a Carmen Amaya, nos permite conocer los antecedentes de un paisaje en el que a veces no reparamos o que no sabemos interpretar en su justa medida. La Ruta de les dones tambien nos permite descubrir algunas verdades del nomenclátor y enterarnos de que calles como las de Calvet y Comtessa de Sobradiel recuerdan a las propietarias de los terrenos, un mérito relativo y que, inspirado por el lado más reivindicativo e ideológico de la iniciativa, me lleva a preguntarme: cuando la propiedad es femenina, ¿es igual de robo que cuando es masculina?

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