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Columna
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Historias eficaces

El equipo de Conta Conta (productora del exitoso Autoindefinits) no pudo grabar el jueves unas secuencias de Adrenalina, la película de televisión que está rodando para Canal 9 y TV-3. Todo estaba preparado para el rodaje en el barrio de Orba de Alfafar -más conocido como Parque Alcosa- cuando medio centenar de vecinos lo impidieron. En la secuencia estaba previsto que ardieran dos coches. La Policía Local había despejado la zona y cortado el tráfico. Un retén de bomberos se encontraba de guardia. Pero los vecinos mantuvieron bloqueados durante más de tres horas a los actores y técnicos, que finalmente tuvieron que buscar otra localización.

El guión de la película parece sacado de los periódicos valencianos de hace cuatro o cinco años, cuando ardieron ochocientos coches en las calles de Valencia y, dicho sea de paso, eran ministros de Interior Mariano Rajoy y Ángel Acebes. El telefilm, según la productora, contará la historia de dos jóvenes que capitanean una pequeña banda en busca de la adrenalina que no les proporciona la vida monótona que llevan. Una excitación que encontrarán en los desafíos con otras tribus urbanas "en busca del riesgo por el riesgo".

Algunos vecinos temían que los jóvenes del barrio imitasen la conducta de los protagonistas y acabaran quemando coches. También han insistido en que antes del rodaje se debía haber hecho pedagogía en las escuelas del barrio. Sin embargo, esas no han sido las razones de fondo del rechazo. La clave de la protesta ha sido la negativa de los vecinos a reconocerse en la historia, a que su barrio se viera reflejado en el film. Por más que el equipo de la película intentase explicar que la acción se situaba en un barrio indeterminado de Valencia, daba igual. Los manifestantes se negaban a que se asociara el Parque Alcosa con una zona marginal. Aunque sólo fueran ellos quienes pudieran identificar el escenario con el barrio real. Puede que fuera una forma de exorcismo, como cuando ante tantas cosas que nos rodean y horrorizan decimos, "esa película no va conmigo, esa no es mi historia".

Todo lo contrario, a las personas nos gusta identificarnos con historias que sean atractivas y edificantes. Algo que saben bien los expertos en manipulación política, entre los que han surgido en los últimos años unos nuevos profesionales, los especialistas en relatos eficaces, lo que los americanos llaman storytelling. Una práctica que siempre ha sido inherente a la demagogia y al populismo, pero que ahora se ha profesionalizado. El método no es nuevo pero sí, su uso sistemático en la política. El storytelling management, explica Christian Salmon en el último número de Le Monde Diplomatique, surgió en Estados Unidos en los años ochenta como una nueva forma de gestión de negocios que frente a un enfoque excesivamente racional de la dirección empresarial tradicional, preconiza una orientación basada en la narratividad. Para los gurús del storytelling se trata de motivar al personal, movilizando sus emociones, algo que se logra con una buena historia. En política el método es el mismo. Así, según algunos expertos en encuestas, Kerry perdió las elecciones porque carecía de una buena historia. Bush tenía un relato, "proteger a los americanos de los terroristas y de los homosexuales". Frente a esa historia, los demócratas se limitaban a recitar una letanía: aumentar la asistencia sanitaria, bajar la contaminación, mejorar las escuelas... Y hace ahora un año, algunos analistas conservadores previeron la derrota de los republicanos en estas elecciones porque Bush estaba atrapado en el relato demócrata de que no sabía qué hacer con el Katrina y la guerra de Irak.

Entre nosotros, esa gran experta en storytelling que es la alcaldesa Rita Barberá ha sabido construir a lo largo de estos años una historia eficaz, la de la Valencia que se ve, la capital que se visita, en la que muchos habitantes de dentro y de la periferia les gusta verse reflejados; una película que puede resultar convincente, aunque sea bien distinta de la ciudad que se vive o se habita. Ahora la alcaldesa ha reducido las inversiones en un 13%, a pesar de que las asociaciones de vecinos le volvieron a remitir la misma lista de peticiones que el pasado año, porque el 90% sigue pendiente. Y aunque las únicas inversiones reales con motivo de la Copa del América sean las que ha hecho el Gobierno central, es igual, Barberá ha montado la película de que Zapatero ahoga a la ciudad. Algo que puede funcionar como historia contundente y como relato eficaz. Aunque sólo sea un cuento revelador de sus carencias.

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