Recuerdo y vigencia de Ernest Lluch
Hace seis años, ETA segaba la vida de Ernest Lluch (Vilassar de Mar, 1937-Barcelona, 2000), uno de los intelectuales y políticos más comprometidos de su generación, como demostró la manifestación de centenares de miles de personas celebrada en Barcelona tres días después del crimen. El desgarro de las palabras finales de Gemma Nierga, "Ustedes que pueden, dialoguen", sintetizaba una de las máximas preocupaciones de Lluch en los últimos años: encontrar una solución pacífica y negociada al conflicto vasco. A ello había dedicado gran parte de sus esfuerzos, intentando, por una parte, tender puentes entre el nacionalismo democrático y el socialismo vasco y explorando, por otra, salidas constitucionales al desencuentro que persiste en la base del conflicto. Por eso lo asesinaron, porque tendía puentes y se había convertido en una referencia.
Pero, como escribe Lluís Maria de Puig en el prólogo a la excelente bibliografía de Ernest Lluch editada por la Fundación que lleva su nombre, "Ernest Lluch habrá pasado a la historia, más allá de su trágica e incomprensible muerte, como un intelectual y un político destacado, que dejó tras de sí una impresionante producción escrita. Prácticamente se puede decir que no dejó de escribir ni un solo día a lo largo de cuarenta años". Publicó sus primeros escritos en 1959 -cinco artículos cortos aparecidos en las revistas Promos y Germinabit- y su primera contribución académica en 1960. Desde entonces, 76 monografías, 180 contribuciones en monografías, 357 artículos en revistas y 1.406 artículos de prensa (33 de ellos en EL PAÍS) jalonan una vida dedicada a la investigación, al compromiso político y académico, a la divulgación cultural y a la creación de opinión, actividades que difícilmente pueden deslindarse unas de otras porque era de los que creen que la vida académica no tiene sentido sin el compromiso político y sin incidir en los ámbitos de la información y la opinión públicas. De ahí que fuera un hombre comprometido con su tiempo, a quien no era ajena ninguna inquietud cultural o social, desde el pensamiento económico a la historia, desde la música a la política, desde la actualidad cotidiana a su pasión por el deporte, especialmente por el fútbol, a través del FC Barcelona (y la Real Sociedad), pues consideraba que había sido el principal instrumento de integración y de cohesión social en los difíciles años de la dictadura. Fue además ministro de Sanidad y Consumo en el primer Gobierno de Felipe González. A él le debemos la generalización de la seguridad social a todos los ciudadanos.
Su carrera académica se desarrolló entre las universidades de Valencia y Barcelona, donde, sin duda, dejó un imborrable recuerdo en sus alumnos. También fue rector de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de 1988 a 1995. Entre sus primeras obras destacan El Pensament Econòmic a Catalunya (1972), La vía valenciana (1975) y Agronomía y fisiocracia en España 1760-1820 (con Lluís Argemí) (1982). Pero, sin duda, en los tiempos que corren, conviene, sobre todo, releer al Lluch de los últimos años. Buen conocedor del siglo XVIII, abogaba por formular otra España posible acogiéndose a los antecedentes históricos: La Catalunya vençuda del segle XVIII (1996); Las Españas vencidas del siglo XVIII (1999) y Aragonesismo austracista 1734-1742 (2000). Su posición sobre el Estado español la sintetizó claramente en Por qué soy austro-húngaro (EL PAÍS, 15-10- 2000, Comunidad Valenciana): "Uno ha sido, es y, por este camino, será austracista porque considera la causa valencianista foral
[causa aplicable también a las diversas partes de la antigua Corona de Aragón], el 1707 y el 2000,más moderna que su alternativa" [el absolutismo unitarista borbónico]. De esas contribuciones se desprende un compromiso político que, obviamente, no pasa por desandar el camino recorrido desde principios del siglo XVIII, pero sí por el reconocimiento de una España plural donde todas las sensibilidades identitarias tengan cabida. Se podrá estar de acuerdo o no con esos planteamientos, pero no cabe duda de su coherencia por trasladar al terreno de la política sus trabajos académicos.
Ese compromiso lo llevó también a Euskadi, donde, más allá de la violencia, subsistía, según él y Miguel Herrero de Miñón (Derechos históricos y constitucionalismo útil, 2000), un problema político no resuelto, puesto que "más de la mitad de los vascos no votaron en 1978 la Constitución y un sector importante de la población vasca se mantiene a su margen", lo cual, en ningún caso, justifica la violencia de ETA. Todo lo contrario, con ETA fue implacable hasta el punto de apuntar que su primer crimen fue el de la niña de 22 meses Begoña Arroz Ibarrola a consecuencia de un atentado en la estación donostiarra de Amara (junio de 1960). Sin embargo, la denuncia del carácter asesino de ETA no le impidió apostar por el diálogo. En un artículo publicado en plena tregua, en mayo de 1999, da cuenta de sus ilusiones y reflexiones durante un mitin en San Sebastián. Un grupo le increpaba desde el fondo de la plaza de la Constitución y Lluch expresa en voz alta sus sentimientos: "Ahora sólo gritan y hace un año mataban". Continúa instando a "que se aplique la nueva política penitenciaria aprobada en noviembre de 1998 y que un Gobierno indeciso no ha aplicado. Digo que un año sin matar es una prueba de una tregua estable, por lo que es necesario un diálogo, solamente esbozado, entre el Estado y ETA sobre temas específicos de la violencia. Hablo de que es hora de que todos los partidos hablen para encauzar una salida política estable". Creía que no volverían a matar. No fue así, ETA rompió la tregua en diciembre y, en los 10 meses siguientes, asesinó a más de 20 personas en la escalada terrorista más importante desde 1992 (26 asesinatos). Y al propio Ernest Lluch en el parking de su casa en Barcelona.
Ernest Lluch siguió porfiando hasta el último momento para aproximar a nacionalistas y socialistas vascos, antiguos socios de Gobierno, y recomponer así la masa social crítica necesaria para iniciar un proceso de diálogo capaz de acabar con la violencia. Poco antes de morir, él y Herrero criticaban la actitud del Gobierno del PP durante una tregua "no debidamente aprovechada", porque "el derecho, utilizado con intención política como instrumento de paz, que es su principal función, pudiera y debiera dar más de sí. Una nueva política penitenciaria que acercase efectivamente la totalidad de los presos (...) no es pagar un precio político por la paz, sino hacer política en pro de la paz". Y añadían, "el sentimiento constitucional, la verdadera lealtad constitucional, exige hacer cuanto se pueda por conseguir que todas las fuerzas políticas vascas se 'enganchen' al bloque de constitucionalidad. Y eso hay que hacerlo (...) reviviendo el espíritu constituyente de imaginación, generosidad, transacción y consenso. Sin aferrarse a las palabras, sino atreviéndose a escribir palabras nuevas".
Ojalá el presidente José Luis Rodríguez Zapatero pueda finalmente "escribir palabras nuevas" y seguir el camino desbrozado por Lluch. Ojalá nadie se arrogue tampoco el derecho de hablar en nombre de las víctimas para entorpecer el proceso de paz. Es inmoral y despreciable tomar prestada su voz con finalidades partidistas. Nadie con sentido de Estado puede oponerse, en nombre de las víctimas, al empeño del presidente del Gobierno por conseguir la paz y la libertad y por avanzar hacia la España "austro-húngara" con que soñó Ernest Lluch.
Antoni Segura es catedrático de Historia Contemporánea y director del Centre d'Estudis Històrics Internacionals (CEHI) de la Universidad de Barcelona.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.