El boicoteo a Calderón divide a la oposición mexicana

La orden del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y de su líder, Andrés Manuel López Obrador, de boicotear el 1 de diciembre la ceremonia de investidura del presidente electo Felipe Calderón ha provocado las primeras fisuras en el principal partido de la oposición mexicana. El diputado perredista Antonio Soto (Michoacán) calificó de "estalinista" la actuación y habló de "linchamiento político" contra las voces discordantes.

Otro legislador del PRD, Francisco Javier Santos, ha declarado recientemente que no participará en ningún intento de asaltar la tribuna del palacio de San Lázaro (sede de la Cámara de Diputados) para impedir la toma de posesión del presidente electo.

La posición oficial del PRD y de López Obrador es firme y en nada ha cambiado a pesar de que el Tribunal Electoral certificó la victoria por estrecho margen de Felipe Calderón en las elecciones del pasado 2 de julio. Los líderes perredistas consideran al presidente electo "un usurpador" y convocan a sus seguidores a impedir la ceremonia de investidura. Los detalles de las acciones a realizar los dará López Obrador el lunes próximo en el acto convocado en el Zócalo de la capital mexicana. En la emblemática plaza asumirá el cargo de "presidente legítimo" que le confirió a mano alzada la Convención Democrática Nacional realizada en el mismo escenario el pasado 16 de septiembre.

El portavoz del PRD, Gerardo Fernández Noroña, ha advertido que el día de la investidura Calderón no podrá llegar al palacio de San Lázaro "ni por tierra ni por aire", y el presidente de la Cámara de Diputados, Jorge Zermeño, del oficialista Partido de Acción Nacional (PAN), le ha replicado que no acepta amenazas de nadie y que no se puede convertir la sede legislativa en una especie de "circo romano".

El debate interno en las filas del PRD y en amplios círculos políticos mexicanos va más allá de lo que ocurra con la ceremonia de entronización de Felipe Calderón. Es el papel de la oposición de izquierda y su futuro lo que está en juego. ¿Será la calle o la tribuna parlamentaria el escenario principal de su actuación?

El 2 de julio, la izquierda logró el mejor resultado electoral de la historia política de México. En cinco meses, los dirigentes del PRD, con López Obrador a la cabeza, han promovido la formación del Frente Amplio Progresista, para encauzar la acción opositora en el Congreso, y convocado a la sociedad civil a conformar una Convención Democrática, de la que surgió el autoproclamado presidente legítimo al frente de una especie de gobierno paralelo. La convivencia de estas dos organizaciones pondrá a prueba las contradicciones de la izquierda, que tendrá que resolver la relación entre las estructuras de los tres partidos que integran la Convención Democrática (PRD, Convergencia y Partido del Trabajo), y la sociedad que se aglutinó en torno a López Obrador a través de las llamadas Redes Ciudadanas.

La Convención se perfila como el brazo social del lopezobradorismo, mientras que el Frente Amplio apunta a convertirse en el brazo institucional. López Obrador insiste en mandar al diablo a las instituciones "que están al servicio de unos cuantos". Lo acaba de repetir en la gira que realiza estos días en el Distrito Federal. Sin embargo, ni un solo diputado ni senador del PRD ha renunciado a su cargo. Dicho de otro modo, la Convención Democrática desconoce las instituciones, pero el Frente Amplio acepta participar en ellas.

Está por ver qué quiere el candidato derrotado en las elecciones del 2 de julio y cuál será su estrategia después del 1 de diciembre, cuando Felipe Calderón sea el nuevo presidente de la República.

Liébano Sáenz, antiguo secretario particular del ex presidente Ernesto Zedillo, ha definido con estas palabras el papel que puede desempeñar López Obrador en el próximo sexenio: "Se convertirá en la conciencia de la nación, cosa que hará muy bien a la democracia mexicana".