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Columna
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Moratinos y el principio de Peter

Dice el famoso principio de Peter, "en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia", y siempre me sorprende su certera puntería. Pero es en los ámbitos de la Administración y en las altas cimas de la política donde el puñetero principio encuentra su hábitat climático más favorable, quizá porque lo privado castiga a Peter severamente, una vez advertido el gusto por la incompetencia, y en cambio lo público se acomoda a las mil maravillas con la incompetencia. ¿Habrá llegado el ministro Miguel Ángel Moratinos a su nivel máximo de peterismo? ¿O aún nos esperan momentos espectaculares de grandes victorias, hasta la derrota final? Personalmente, me temo lo peor, porque hay dos cosas de este ministro que me aturden: una, su empecinamiento en errar el tiro una y otra vez; la otra, su desacomplejada autoestima, tan fuerte ella, que siempre convierte sus notables meteduras de pata en problemas ajenos. Moratinos lleva una gestión en política exterior tan errática y, sobre todo, tan errada, que es el responsable del triste papel que el presidente José Luis Rodríguez Zapatero está haciendo en política exterior. Me dirán que el presidente acaba de pasearse con Kofi Annan y con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, y que anteayer tomaba café con Jacques Chirac. Es cierto. Viaja, se esfuerza, habla de la bondad humana, quiere arreglar los conflictos del mundo, y hasta le ponen palco para sus discursos. Sin embargo, me temo que ZP ha conseguido no contar en absoluto en los grandes asuntos geopolíticos, y que su influencia queda reducida al nivel llamativo e ineficaz de la pura retórica. Primero fueron los desplantes antinorteamericanos, que elevaron su popularidad callejera tanto como dejaron en los huesos su credibilidad diplomática. Después se metió en pañuelos palestinos, en plena guerra del Líbano, y recordó el gusto por el elefantismo que tiene cuando visita cristalerías. Enmedio, vendió armas a Hugo Chávez, el ejemplar más notorio del populismo fascista que corroe las entrañas del territorio suramericano. Y mientras nos regalaba alianza de civilizaciones, paseando palmito por la ONU, vendía que el terrorismo islámico es cosa de la pobreza -cuando se trata de un terrorismo de ricos-, olvidaba la complicidad letal de algunas teocracias con el discurso integrista, y prescindía de denunciar el sexismo violento que esclaviza a las mujeres del islam. Es decir, alianza de civilizaciones, pero sin tocar la falta de civilización de algunos países amigos. Lo último ha sido por partida doble, primero paseando a un dictador corrupto y malvado, un tal Obiang, por las calles de nuestra democracia -¿también es un aliado civilizado?-, y después decidiendo con Chirac que ellos solitos arreglarán Oriente Próximo. A lo largo de este denso panorama de disparates, Moratinos ha sacado siempre pecho, ha tomado micrófonos para defenderse contra sirios y troyanos, y ha echado la culpa a la derechota malvada, que para eso está, para tener la culpa. Personalmente creo que la política de Zapatero hace méritos para ser la peor de la democracia española. ¡Y mira que hacen falta méritos!

Me paro en lo último, lo de Oriente Próximo. Por supuesto, el embajador de Israel, Víctor Harel, ya le ha dicho a Moratinos que lo suyo es un defecto de forma y de fondo, y que si quiere resolver conflictos, empiece por el vasco. ¿Puede alguien arrogarse el prepotente atributo de estar por encima de los países que tienen un conflicto, prescindir de las actuaciones de sus gobiernos, no informar a las partes, y, en un café con amiguitos, sacarse de la manga un plan de paz? Y encima lo perpetra España, que hace dos días protagonizó el chusco diplomático con Israel más importante de los últimos tiempos. ¿No le dirá nadie a Zapatero que cualquier plan de paz en Oriente Próximo se gesta en centenares de reuniones, comporta prudencia, inteligencia y extrema finezza, y nunca se hace a espaldas del conflicto? ¿No sabe Moratinos que éste es el conflicto más frágil, complicado y endemoniado de los que hay en el mundo? ¿No saben, ambos dos, que lo han hecho todo para que Israel no los quiera como interlocutores? Y siguiendo a Peter, lejos de rectificar, perfeccionan el error hasta el delirio.

Lo que más me molesta es lo de la alianza de civilizaciones, metida en calzador en una política exterior que no tiene problemas en vender armas a algunas bonitas dictaduras, amigo de sus amigos Obiangs tanto como lo es de los Chávez del mundo. Desde el principio del concepto, nacido al albur de una reacción improvisada contra la teoría huntingtoniana -mucho más sólida de lo que pretende la corrección política-, el proyecto hacía aguas por todos los agujeros que engullían los muchos derechos humanos olvidados. El gran problema del mundo con el islam, es el problema del islam con él mismo: la falta de libertad, el sexismo opresor, la homofobia institucional, la educación intolerante, y, en algunos casos notorios, el amparo estatal del terrorismo internacional. Prescindir de un análisis estructural de todos esos problemas y reducir el conflicto a una visión de buenismo paternalista, muy en la línea de la estética Walt Disney, es tanto como irse a dormir con el enemigo. La alianza no es de civilizaciones porque, si la civilización tiene que ver con los principios del derecho y la libertad, no veo que haya diversas civilizaciones en choque. Lo que hay es un choque entre la libertad y los que, en nombre de la religión, la tradición o la historia, la pervierten, la destruyen y la corrompen. Y algunos de esos, se sientan a la mesa con Bambi.

www.pilarrahola.com

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