Un libro analiza el pensamiento de Ángel Ganivet en su relación con Granada
Miguel Salguero describe en su obra las ideas que tenía el escritor sobre la ciudad
A lo largo de gran parte de su obra, el ensayista y narrador granadino Ángel Ganivet (1865-1898) fue construyendo los diferentes elementos que conformarán su idea de ciudad ideal, tomando como modelo la Granada del siglo XIX. La obra más significativa sobre su modelo de ciudad fue Granada la bella. Miguel Salguero se ha encargado de analizar en su último libro, Ángel Ganivet y el porvenir de la ciudad pensada, las ideas del escritor sobre Granada. El libro ha sido incluido en la colección El Defensor de Granada, que ha puesto en marcha Caja Granada.
En Granada la bella, Ganivet se planteó la necesidad de tratar asuntos de actualidad sobre la ciudad, a la vez que se establecían diferentes comparaciones con otras ciudades. Pese a que Ganivet nunca confió en el éxito de este libro, del que llegó a plantear la posibilidad de imprimir sólo un puñado de ejemplares para los amigos, el interés por los enormes cambios que se comenzaban a producir en la geografía urbana de Granada lo convertirían en un libro que todavía hoy forma parte del inconsciente colectivo.
El esteticismo moral que proponía Ganivet hace más de un siglo sigue siendo hoy un reto. La necesidad de conservar y transformar la ciudad para hacer de ella un espacio digno y habitable, junto con la propuesta de integrar a los intelectuales en la vida de la urbe, constituye todo un idealismo moral e ideológico que Salguero ha analizado en su libro.
"Cuando Ganivet pensaba en su ciudad libraba una batalla en el terreno de las ideas contra la mitología de un progreso material ilimitado, incapaz de dar sentido a la existencia humana", explica Salguero, que ha publicado otros títulos relacionados con el pensador granadino, fallecido en Riga tras arrojarse a las aguas heladas del río Dvina.
En 1895, tras las dificultades que implicaba el comercio con América en la época, el cultivo del azúcar en los campos de Granada provoca un auge económico de gran importancia. Ante tal prosperidad, la burguesía granadina planteó algunos cambios en la estructura urbanística de la ciudad. El más chocante de ellos fue la construcción de la Gran Vía, que afectó gravemente al patrimonio de la ciudad y amenazó con desnaturalizar su espíritu y su carácter.
Ganivet fue plenamente consciente de aquel problema. De hecho, como señala Salguero en el libro, llegó a escribir dos artículos con propuestas urbanísticas concretas que debían de haber estado incluidos en la edición de Granada la bella, pero finalmente, ante el pensamiento de que nada podía hacer ante lo que le parecía inevitable decidió destruir aquellas dos propuestas que aplicaban los principios que estaban llevándose a cabo en las grandes ciudades europeas.
Crítica favorable
"Ganivet tenía la completa seguridad de que nadie le haría caso, por lo que se sorprendió del caluroso elogio y de la crítica favorable que recibió la obra", señala Salguero, para quien la ciudad ganivetiana "se impregna peculiarmente de elementos panteístas y de sentimientos que apuntan hacia una conciencia ecológica".
En el diseño que hace el cónsul granadino de la ciudad se percibe una triple morfología. En primer lugar, se presenta la urbe con sus determinaciones, ya sean manifestaciones materiales o simbólicas, además de las transformaciones que el tiempo o la necesidad motivaran en ella. Por otra parte, Ganivet propone la necesidad de una inmersión en el arte, incompatible con el prosaísmo y el mal gusto. En tercer lugar, se referirá a la dimensión política, social y jurídica de la ciudad, donde recogerá diferentes cuestiones.
En el capítulo XII de Granada la bella, Ganivet defiende la integración de las mujeres en el ámbito social de la ciudad, además del derecho de la mujer a su plena dignidad como persona. "Ganivet incluso llega a plantear algunas iniciativas, como la de lograr que la mujer tenga su merecido y necesario papel en el espacio público en una situación de igualdad con respecto al hombre, de modo que no estén encerradas en casa y no sean sólo los hombres los que estén en la calle y en la oficina", señala Salguero.
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