El final de la fuga de la basura
La policía detiene en Madrid a un acusado de asesinato que se evadió de la cárcel de Santander
Jefferson Escobar Franco, colombiano de 26 años, se había convertido en Alex L. Tabares para ocultar que con sus propias manos supuestamente había asesinado, en marzo de 2002, a Víctor Manuel Santillana Garay frente a la discoteca Safari, de Castro Urdiales (Cantabria). El cambio de identidad y de aspecto físico se operó después de que el pasado 30 de mayo se fugara dentro de una bolsa de basura de la prisión de Santander, donde estaba recluido a la espera de juicio. Seguro de la protección que le daban su nuevo nombre y su nuevo aspecto físico, vivía tranquilamente en Madrid con una joven de 17 años. Hasta el martes, cuando agentes de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (Udyco), dieron con él y su identidad prestada.
Jefferson Escobar había cambiado de identidad y aspecto físico y vivía con una menor de edad
El detenido fue grabado por la cámara de seguridad de la discoteca Safari, sita en la calle Arrua de Castro Urdiales, cuando se abalanzaba violentamente contra Víctor Manuel Santillana, el 22 de marzo de 2002. Poco antes había intentado entrar en el centro de baile en compañía de su amigo Jorge Alberto O. E., pero los porteros les habían negado el ingreso.
La grabación recogió cómo, tras una discusión que supuestamente había empezado en el pub Mambo, los dos amigos colombianos se habían encarado con Santillana, natural de la vecina localidad de Santurce (Vizcaya). El vídeo dejaba claro que cuando Jorge Alberto había salido de la escena, Jefferson Escobar se había lanzado sobre su víctima y le asestaba violentamente 12 puñaladas, en el pecho, el cuello, el tórax y el abdomen. La vida de Víctor Manuel se apagó mientras era trasladado en ambulancia al hospital.
Jorge Alberto fue detenido en poco tiempo, pero Jefferson huyó de España rumbo a su natal Colombia. Las autoridades colombianas lograron localizarlo en Antioquía y detenerlo, en diciembre de 2004. La sala penal de la Corte Suprema de Justicia de Colombia concedió su extradición a España en febrero de 2005.
Para entonces, su amigo Jorge Alberto O. E. ya había sido absuelto por falta de pruebas en el juicio con jurado que se celebró en Santander en noviembre de 2003 por el asesinato de Castro Urdiales. Los porteros de la discoteca habían testificado que, en el momento del asesinato, Jorge se había apartado de la bronca y no había tenido participación alguna. Había pasado 20 meses en la cárcel hasta que se le dio la libertad.
Jefferson fue internado en la prisión provincial de Santander, a la espera de juicio. El 30 de mayo ejecutó un plan de fuga que, sin duda, contó con la colaboración de otros presos y con ayuda del exterior. Ese martes, se metió en una bolsa de basura de las grandes cuando se encontraba en la zona de duchas. Sus compinches supuestamente trasladaron esa bolsa, con la ayuda de una carretilla, hasta un cuarto de basuras situado muy cerca de la puerta principal. El cuarto tiene una ventana.
Entre las 11.30 y las 13.00, a plena luz del día y arriesgándose a ser grabado por las cámaras de vigilancia, supuestamente saltó por la ventana, escaló al techo del garaje y saltó a la calle. Jefferson se había esfumado y tras de sí dejaba una investigación entre los muros del penal para determinar quién o quiénes habían colaborado en su fuga. A los investigadores no les queda duda alguna de que tenía a alguien esperándolo en la calle.
Lo lógico era que, de nuevo, hubiera intentado escapar a su país. Pero, por si no hubiera sido así, la policía comenzó a investigar a las personas sospechosas de haber colaborado en la fuga en el exterior, fundamentalmente grupos colombianos relacionados con el narcotráfico. Ya sabían que, con anterioridad, se había relacionado con una familia española residente en el barrio madrileño de Carabanchel.
Las pesquisas se fueron centrando en Madrid, donde fue localizado un hombre que se le parecía ligeramente. El martes por la mañana, Jefferson salió de una vivienda de la calle de Francisco Rodríguez, de Madrid, en compañía de una joven española de 17 años. Llevaba apenas unos días en esa vivienda. La pareja tomó un autobús hacia el centro de Madrid, con varios policías tras sus pasos. Cuando por fin lo detuvieron, negó ser él mismo. Y, de hecho, en nada se parecía a las fotos que los agentes tenían en sus archivos. Pero su huella era la misma. Alex L. Tabares era sin duda Jefferson Escobar Franco.
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