_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Robocop

El gran dilema de la historia del fútbol es si conviene más ser resultadista y ganar a cualquier precio o, por el contrario, lo importante es conseguir resultados a partir de jugar bien. Hay quienes critican al Chelsea de no jugar bien, de no ser vistoso. A mí particularmente es un equipo que me convence por su gran competitividad, mas allá de la forma; aunque no sea estéticamente brillante, es contundente. El mundo del fútbol está acostumbrado a pegar etiquetas que duran toda la vida. En mi caso se me etiqueta como amante del buen fútbol, pero esto no significa que me guste la anarquía, que cada jugador haga la guerra por su parte y que todo el partido estemos pensando sólo en tirar caños y jugar de tacón.

En el fútbol también interesan muchas de las virtudes que tiene el Chelsea. Que no sean tan apreciables para la vista no les resta un enorme mérito. El juego del conjunto británico me recuerda a Robocop, el policía humanoide. Por un lado es humano, lo que le hace ser vulnerable a veces ya que la perfección humana es imposible; por otro lado parece una trituradora insensible diseñada para aniquilar enemigos.

El equipo inglés presenta una gran fortaleza en todas sus líneas, es un equipo aguerrido que sabe defender muy bien y es temible cuando ataca. Maneja todas las variantes del juego. Parece que puede sacar adelante cualquier partido; incluso cuando no juega bien es un equipo rocoso y difícil de doblegar. No tiene un único esquema de juego, es flexible y puede jugar con dos o tres delanteros, con gente pegada a las bandas o sin extremos, puede rotar jugadores, cambiar de táctica en un mismo partido y salir fortalecido. Todas estas variantes que puede realizar sin mermar el rendimiento hacen que las posibles ausencias no resientan tanto su juego. Otros grandes conjuntos como el Barcelona sienten mucho la falta de alguno de sus jugadores claves, como se está percibiendo con la falta de Eto'o.

En ataque tiene velocidad y habilidad en las bandas con Joe Cole, Robben y Wright-Phillips, potencia con Drogba y Shevchenko, juego aéreo y llegada con Ballack, Terry y Lampard. Puede jugar a la contra y llegar con velocidad, puede dominar al adversario y meterlo en su área sin que pueda salir de su campo. En los momentos complicados no se arruga... En definitiva, es una máquina muy engrasada que además cuenta con un millonario que no escatima en gastos.

Todas estas circunstancias hacen pensar que el Chelsea se mantendrá en lo más alto de la competición inglesa y europea por cuatro o cinco años más. Para tener más juego, más alegría se necesitaría más anarquía, más libertad, más imaginación. Tal vez la mejora se conseguiría con la aportación de grandes individualidades. El Chelsea no tiene futbolistas tan desequilibrantes como Messi o Kaká. Si algún día logra incorporar alguno aportará lo único que le falta: fantasía.

José Pékerman fue seleccionador de Argentina en el último Mundial.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_