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Crónica:MIÉRCOLES 1 DE NOVIEMBRE / CiU, esperanzada | El nuevo Gobierno catalán
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mas: "No os preocupéis por las cosas raras que sucederán"

Apenas una veintena de botellas de cava circularon por la sede del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC) la noche de las elecciones. El aspecto del local hacía honor al día de autos: Todos los Santos. Había poco que celebrar en cuanto a resultados: un retroceso del 23% y 240.000 votos menos que en 2003. El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, exhibía un semblante especialmente grave. Pero el presidenciable José Montilla compareció ante los medios de comunicación con una tímida sonrisa que, en su caso, constituía un derroche de expresividad. El primer secretario del PSC, cuyas intenciones de reeditar el tripartito conocía desde semanas antes el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, volvió a llamar a La Moncloa para reiterarlo. Montilla, además, telefoneó a Artur Mas (CiU), Josep Lluís Carod-Rovira (ERC), Josep Piqué (PP) y Joan Saura (ICV-EUiA). El registro de cada una de esas conversaciones se movió entre la cortesía y la complicidad, porque ya desde esa misma noche el aparato del PSC aceleraba, con completa autonomía respecto al PSOE, su estrategia de negociación con un objetivo: hacer presidente a Montilla. Había, pues, que cerrar el paso a la Generalitat a la federación ganadora, CiU, con 48 diputados -11 más que los socialistas- y 160.000 votos por delante del PSC.

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Así que, mientras los socialistas, con disciplina calvinista, se retiraban a velar las armas para el día siguiente, los convergentes más comprometidos con la campaña -unos 300- celebraban una fiesta a puerta cerrada en el barcelonés salón Astoria, enclavado en un edificio más propio de la izquierda. La obra arquitectónica de Germán Rodríguez-Arias, arquitecto de Pablo Neruda en Isla Negra, se considera un icono del GATCPAC, grupo innovador que brilló durante el fugaz periodo republicano. Allí, entre brindis por el triunfo, un Artur Mas seguro de llegar a la presidencia de la Generalitat confesaba a sus fieles: "No os preocupéis ante gestos y cosas raras que sucederán en los próximos días". En los cuarteles generales de CiU se confiaba en que el PSOE impediría que Montilla se lanzase a la carrera para presidir el Gobierno catalán. A la vista de las urnas, resultaba impensable para la mutua de intereses prácticos CiU-PSOE, expresada en la foto del pacto estatutario Mas-Zapatero, que el cordobés que lidera el socialismo catalán se atreviera a desafiar al gran partido hermano. Eso pensaba el centro derecha nacionalista, seducido por los guiños de un PSOE deseoso de convertirlo en su aliado. Y así parecía inferirse de signos como el sacrificio de Pasqual Maragall, arrojado al cenote sagrado del socialismo español.

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