El cine de Chabrol mantiene su fuerza en una historia sobre los límites del poder
"Una película puede llamar la atención para recuperar los valores humanos"
El director Claude Chabrol (París, 1930) es uno de los nombres de oro de esta tercera edición de Sevilla Festival de Cine. El cineasta francés, el ácido pintor de los bastidores de grupos sociales refinados, vuelve a introducir su bisturí en un tejido delicado: el de los equilibrios y renuncias sobre los que se asienta el poder. Chabrol presenta la película Borrachera de poder (L'ivresse du pouvoir) en la Sección Oficial.
A la magistrada Jeanne Charmant Kilmanas le ha sido asignado un complejo caso de malversación de fondos. Los indicios llevan al presidente de un gran grupo industrial. Cuanto más avanza la investigación, más consciente es la jueza de hasta dónde llega su poder. Todo esto coincide con una crisis de su vida privada y una pregunta imposible de esquivar: ¿hasta dónde se puede ejercer el poder? La película cuenta con un elenco de campanillas, encabezado por Isabelle Huppert (una de las enigmáticas mujeres que suelen adueñarse de las obras de Chabrol), François Berléand, Patrick Bruel y Robin Renucci. Borrachera de poder es una palpable demostración de que los grandes directores de cine tienen más cosas que decir según cumplen años.
Chabrol formó parte de la Nouvelle Vague, el grupo de jóvenes que puso patas arriba el cine francés a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Chabrol empezó a afinar sus dardos como crítico en la revista Cahiers du Cinéma y luego se lanzó a la arena dirigiendo sus propios filmes. Películas como Las ciervas o El carnicero cimentaron la fama del cineasta. El carnicero retrata en un ambiente rural la pulsión asesina de un hombre incapaz de poner coto a sus instintos. Una sociedad, en la que la fatalidad parece presidir la vida de las personas, servía de involuntario abrigo a las andanzas del protagonista.
Luego, vinieron películas como la inquietante Los fantasmas del sombrerero (1982), basada en una novela de Simenon y hosco retrato de una ciudad de provincias marcada por los secretos, la sordidez y las diferencias sociales. La dramática vida de un pobre inmigrante, siempre moviéndose con miedo por los márgenes de las calles, servía de contrapunto a una ola de asesinatos de mujeres. Asunto de mujeres (1988) escarba en la persecución contra la práctica del aborto en la Francia humillada por los nazis. Betty (1992) habla de seres inadaptados e incapaces de coger las riendas de su vida. La ceremonia (1995) hurga en la implacable fuerza del resentimiento. Son sólo algunos ejemplos de una aventura creativa que merece recordarse.
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