Elogio de la entereza
La purulencia del urbanismo desquiciado ha contaminado a buena parte del estamento político, por más que, como nos consta, el número de los corruptos sea ínfimo en relación con el censo de cuantos se dedican a la vida pública. Se trata de un juicio sumario, pero generalizado entre la ciudadanía, que difícilmente distingue ya entre los que medran y los que callan por complicidad o connivencia partidaria. A la postre, el descrédito alcanza a todos, aunque sean unos pocos los que viajan a Andorra o Ginebra para efectuar depósitos bancarios de procedencia inconfesable, y algunos más los que no tienen reparo en alardear de fortunas sobrevenidas pero en sintonía con desmadrados cambios urbanísticos.
Quizá por ser este el clima de degradación que se percibe, resulta más llamativa la actitud de la oposición -PSPV y EU- en el Ayuntamiento de Valencia y especialmente -pues en él se condensan aplausos y centellas- la del portavoz del grupo socialista, Rafael Rubio, abanderado de las objeciones a la recalificación del campo de Mestalla tal como se ha convenido entre el consistorio y el Valencia CF. Como es sabido, a juicio de estos munícipes la operación urbanística contemplada conculca la ley y perjudica los intereses generales prioritarios de la ciudad. Una actitud que ha contrariado a los regidores de la entidad deportiva que necesita del pelotazo tal como se ha diseñado para aliviar los agobios financieros del club.
Frente a estas trabas, algunos consejeros de la entidad han caído en la tentación de galvanizar a las peñas valencianistas a fin de presionar a los partidos de la oposición, lo que no es sino un alarde demagógico y un ejercicio cívicamente arriesgado, por más que al PP gobernante le suene a música celestial. La fronda electoral le debe afectar los cabales. No han faltado incluso plumas periodísticas de alto coturno que avalan las ilegalidades por la abundancia de precedentes similares que beneficiaron a otros clubes de mayor o menor tronío. En este sentido, se han descrito y conocen verdaderos desmanes cometidos al amparo político, pero no parece razonable que hayan de marcar la pauta para nuevos expolios al vecindario. Tanto más si se trata de enmendar una gestión manirrota, privada y sin perspectiva de enmienda, como es en general la de los clubes de futbol.
Y lo peor del caso es que este conflicto en torno al viejo Mestalla y el nuevo estadio proyectado en la Avenida de las Cortes se hubiera podido obviar a poco que la alcaldesa Rita Barberá hubiese cedido en su extremada arrogancia. Se ha obstinado en ser la protagonista y única beneficiaria política de una operación que requería consenso, tanto más propicio cuando todos los grupos edilicios son en principio proclives a la misma. Tres veces ha desdeñado a la oposición, tantas como convenios ha suscrito la corporación con la entidad deportiva, un proceder a lo Juan Palomo, con el agravante de pretender que la izquierda comulgase con las ruedas ilegales de molino que son -entre otras- la ocupación de viales públicos y una edificación excesiva, lo que ha provocado la interposición de los oportunos recursos por iniciativa de los socialistas.
No es éste el mejor de los escenarios para ninguna de las partes y a todas luces resulta aconsejable el diálogo, como reclama el mismo presidente del Valencia CF, Juan Soler. Mejor este gesto de paz que la azarosa movilización de peñistas, dando por cierto que la mayoría responde a la misma consigna y olvidando que en cada aficionado late el alma de un vecino que ha de sopesar qué es más conveniente y justo para el club y para la ciudad. Acaso un dilema para quienes anteponen la pasión futbolística o el oportunismo político al civismo, pero no para quienes, por mandato y convicción, apuestan por la ley y la razón, cual es el caso en este trance de los ediles de la oposición, cuya coherencia y entereza merece un elogio.
A tiempo se está de recuperar las oportunidades perdidas y negociar lo negociable en una operación urbanística tan ambiciosa. Bastaría para ello que se moderasen las codicias, así como las arrogancias, pensando que Valencia es más que un club y que los electores votan con coherencia y premian la honradez. Se dan casos.
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