En la encrucijada
La pelota está en su tejado. Esquerra Unida del País Valencià ha celebrado este fin de semana su IX Asamblea en la que Glòria Marcos ha sido reelegida como coordinadora de la formación y nominada como candidata a la Presidencia de la Generalitat. La asamblea ha cumplido con el ritual propio de un cónclave de estas características. Sin embargo, el interés de la reunión ha estado, más que en lo dicho, en lo que no se ha hablado. Porque de lo que no se ha hablado, lo que no estaba en el orden del día, lo que no ha sido objeto del debate interno, es aquello que precisamente suscita el interés de la ciudadanía de izquierdas en este país: la concreción de un pacto electoral entre Esquerra Unida, el Bloc y otras fuerzas nacionalistas, ecologistas y de izquierdas. Un pacto para las elecciones autonómicas que les permita rebasar con amplitud la barrera del 5% e incrementar significativamente su presencia en las Cortes Valencianas, al punto de que hiciera posible una mayoría parlamentaria con los socialistas.
Dados los equilibrios internos de Esquerra Unida, tal vez no podía ser de otra manera y en este sentido, aunque pueda parecer paradójico, lo mejor de la asamblea es que ya se ha celebrado. A partir de ahora Glòria Marcos se enfrenta al reto ineludible de alcanzar un pacto. Ahora ya no tiene excusas. Pocas veces ha habido tanta unanimidad en la izquierda sociológica. Representantes del valencianismo cívico, intelectuales de izquierda, sindicalistas y líderes de movimientos sociales ya se han pronunciado estos días. Los saludos de los invitados a la asamblea también fueron un buen indicador de hacia dónde señala la brújula de la izquierda plural. No hay conversación de café entre gentes de ese espectro político en que no salga el tema. No hay foro de Internet de ese ámbito ciudadano en que no se contemple. Así a los numerosos manifiestos por la unidad que desde distintos ámbitos cívicos se han lanzado en los últimos meses, se añade ahora otro llamamiento que se acaba de difundir por Internet, lanzado por un grupo de jóvenes y que lleva el significativo título de "Si no ara quan?".
Gaspar Llamazares ha ido más lejos que los dirigentes de Esquerra Unida y no ha dudado en establecer un paralelismo entre el tripartito catalán y las posibilidades de llegar un acuerdo en el País Valenciano que "reequilibre a la izquierda". Pero, de momento, las señales emitidas por Glòria Marcos no parecen indicar que el acuerdo esté a la vuelta de la esquina. Marcos se ha limitado a recordar que la asamblea ha dado su apoyo mayoritario a las posiciones aprobadas en el último Consejo Político de Esquerra Unida. Algo que, traducido al cálculo electoral posibilista, significa ceder únicamente dos escaños al Bloc en los denominados puestos de salida. Bien es cierto que la ya candidata a la Generalitat ha anunciado también que impulsará la culminación de un acuerdo para lograr expulsar al PP del Gobierno de la Generalitat en las próximas elecciones autonómicas. Lo cual, unido a la advertencia de que la búsqueda del acuerdo se realizará "desde la máxima generosidad y consenso, pero también desde la capacidad de liderar", puede significar lisa y llanamente que la dura negociación que conlleva todo pacto, está a punto de comenzar.
Si eso es así, a ambas formaciones les convendría que la negociación fuera rápida. El líder del Bloc, Enric Morera, ha dado pruebas sobradas de prudencia y generosidad en este ya demasiado largo proceso. Ahora le toca a Esquerra Unida dar el primer paso. Las elecciones se ganan y se pierden muchas veces por la movilización o la abstención de los respectivos electorados. Una negociación cicatera por los puestos de salida no es el espectáculo más edificante que las fuerzas progresistas pueden dar a sus electores. En cualquier caso, para que el pacto sume o pueda aspirar a multiplicar, son necesarias dos condiciones. La primera y evidente es que no reste, un peligro que puede darse en algunos municipios en los que hay extrañas coaliciones que enfrentan a ambos partidos. La segunda condición es que el pacto ilusione, que haga visible que puede lograrse el cambio político. Para conseguir ambas cosas, el pacto debería cristalizar cuanto antes y concretarse en un programa atractivo, de forma que ambas formaciones pudieran dedicar sus esfuerzos a la ardua tarea de movilizar y convencer a sus potenciales votantes. Ahí está la encrucijada.
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