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Necrológica:EN MEMORIA DE EMILIO VEDOVA
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Adiós a un artista ejemplar

Apenas transcurrido un mes desde el fallecimiento de su esposa, Annabianca, el gran pintor veneciano Emilio Vedova se ha ido tras ella a los 87 años de edad. Murió en su casa la tarde del 25 de octubre, a un paso de la Salute y muy cerca del Magazzino del Sale que albergará su Fundación cuando sea acondicionado por Renzo Piano. La elección de este afamado arquitecto, realizada por el propio Vedova, no ha sido fortuita, ya que les unía una amistad que cuajó en 1984, durante la colaboración de ambos en la puesta en escena de la ópera de Luigi Nono Prometeo, cuyo estreno vio la luz en la desacralizada iglesia de San Lorenzo, en Venecia, con textos de Maximo Cacciari -hoy de nuevo alcalde de Venecia- y bajo la dirección musical de Claudio Abbado.

Emilio Vedova fundió su propia vida con el arte a través de una obra enérgica y llena de matices que iba hasta el fondo de la condición humana, una obra inquisitiva empeñada siempre -según sus palabras- en "profundizar en lo real" e incluso en la reivindicación de lo inaprehensible. Los dibujos negros de su primera juventud en los años treinta ya anuncian, con su poderosa gestualidad, buena parte de lo que será su lenguaje pleno que la crítica internacional ha situado con frecuencia en la vía de la abstracción informalista.

Pero él opinaba, con razón, que para ir al fondo de lo real es preciso emprender una acción de sondeo, llegando incluso a zarandear y a agredir o rasgar el velo que toda imagen presenta y que suele ser dejado intacto por un buen sector del realismo.

Comprometido como ser humano desde el principio, Vedova vivió en la Resistencia los duros años de la II Guerra Mundial; no obstante, creía en la independencia del artista, y desde esa visión personal solidaria produjo una abundante obra que aglutina la pintura, la escultura, la gráfica, e investigaciones lumínicas como la realizada para el Prometeo, o, antes, para otra colaboración con su buen amigo el compositor Nono, Intolleranza'60, una pieza de teatro musical estrenada en La Fenice en 1961, sin olvidar el gran espacio dinámico que creó, a partir de la luz, en el Pabellón de Italia durante la Exposición Mundial e 1967, celebrada en Montreal.

En 1958 hizo un largo viaje por España con Annabianca, mujer de una cultura fuera de lo habitual en esa época. Fue, sin duda, una experiencia importante que tan sólo hace unos años recordaban conmigo en su domicilio veneciano, mostrándome una película, defectuosa, pero intensa en sus imágenes, realizada entonces por Anna, como él la llamaba. Aquella España tallada en roca viva, blanca y negra, todavía con señales del desastre bélico, le motivaría para llevar a cabo una larga relación de obras ejecutadas en diversos procedimientos, desde el dibujo, al grabado, y a la pintura sobre papel y sobre lienzo. Así nacieron los cielos dedicados a un país por el que sintió tanta inclinación, series que dieron lugar a la exposición Per la Spagna, abierta durante la Bienal de Venecia de 1962, aunque la mención a España figuraba en alguno de sus trabajos de los años cuarenta y seguiría apareciendo con posterioridad a las fechas de la Bienal citada.

Antonio Machado, García Lorca y Rafael Alberti estaban ya en sus lecturas y en su memoria, y con el último de ellos mantuvo un diálogo directo cuya confianza decidió a Alberti a depositar temporalmente parte de su legado bajo custodia de Vedova.

La muestra Italia Aperta, a la cual le invité a participar en 1985, supuso un estímulo confesado por él, puesto que de ese proyecto nacieron sus tondos, obras circulares de grandes dimensiones pintadas por las dos caras y despegadas de la pared. Mucho tiempo atrás, en 1961, había expuesto en el Ateneo, también en Madrid, para a continuación hacerlo en Barcelona, donde frecuentó a personajes de la cultura catalana y entabló una especial relación con Tàpies, por quien siempre manifestó una limpia admiración. Así pudimos comprobarlo, entre otras ocasiones, en la Bienal de Venecia de 1993, durante el transcurso de una cena privada en la residencia de los amigos comunes Bianchini.

Ya sin vida, volvió hace unos días al Museo Correr de su ciudad natal, un edificio de la plaza de San Marcos que albergaría exposiciones del artista como la celebrada en 1984 con carácter antológico. Allí su cuerpo yacente asistió a una ceremonia de despedida desde la cual se le trasladó en góndola hasta la isla-cementerio de Venecia. Había recibido honores y premios entre los cuales mencionamos el Gran Premio de Pintura en la XXX Bienal de Venecia (1960), el Gran Premio de Honor en la Bienal Internacional de Gráfica de Ljubljana (1990), el nombramiento de Caballero de la Gran Cruz de la República Italiana (1977), o el León de Oro en la XLVII Bienal de Venecia, asimismo en 1997.

Sin embargo, era un hombre sin apego a las vanidades, un creador que transmitía pasión y conocimiento por medio de su arte, de su palabra y de sus gestos, según demostró sobradamente, además, a través de la docencia ejercida no sólo en la Academia veneciana, sino también en otras instituciones europeas como la Academia Internacional de Verano de Salzburgo, aparte de en distintas ciudades americanas.

Aurora García es crítica de arte y comisaria de exposiciones.

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