Los no tan chicos del coro

A priori, los elementos de esta película, la primera de un veterano, aunque poco prolífico director sueco, Kay Pollak, parecen sacados de una película de Bergman: un gran director de orquesta en crisis, el conflicto entre cosmopolitismo y una sociedad cerrada y campesina, mujeres decididas, un pastor envidioso; un grupo de personas que tienen como hobby cantar en un coro, con el que pretenden la trascendencia...

El porqué se parece este filme a uno del maestro Bergman como un huevo a una castaña tiene que ver con un malsano edulcoramiento a la hora de tratar los conflictos. Porque lo que persigue Pollak es amortiguar dolores y hacer un tan bienintencionado como, en el fondo, hueco y falso canto a las segundas oportunidades, una especie de enmascaramiento de tensiones que se terminan diluyendo en lágrimas fáciles y sonrisas de complacencia. Tiene asegurado un lugar en la cartelera por su comercialidad evidente; pero hace más trampas que un tahúr, y se le ve el cálculo hasta por el forro.