Planear la retirada, la mejor opción en Irak
Estimado señor presidente de Estados Unidos:
En cuanto pasen las elecciones legislativas de mitad de mandato -e independientemente de sus resultados-, usted tendrá que tomar la decisión más trascendental de su presidencia, seguramente la más complicada que ha tenido que tomar cualquier presidente norteamericano desde que Lyndon Johnson decidió intensificar las operaciones en Vietnam en 1965, y mucho más difícil que las que usted mismo tomó tras el 11 de septiembre de 2001. Entonces movilizó a un país en estado de conmoción, derrocó a los talibanes en Afganistán y a Sadam Husein en Irak, y se enfrentó a Irán y Corea del Norte a propósito de sus programas nucleares; y en todas esas situaciones actuó con seguridad y con el abrumador respaldo del país.
Ahora, esos cuatro proyectos están en peligro. Con un apoyo mucho menor de la población, y una presidencia que empieza a acercarse a su fin, debe usted invertir la reciente espiral de deterioro en Afganistán, lograr que Corea del Norte vuelva a las conversaciones a seis bandas, aislar a un Irán insolente y peligroso, convencido de que el viento sopla a su favor, y, sobre todo, decidir qué hacer con Irak. De modo que permítame que le haga unas sugerencias nada solicitadas sobre esta última guerra.
En términos generales, tiene usted tres opciones: mantener el rumbo, emprender una escalada o empezar a retirarse de Irak mientras presiona para que haya un acuerdo político. Voy a defender la tercera opción, no porque sea perfecta, sino porque es la menos mala.
En su discurso radiofónico de hace dos semanas, dijo: "Nuestro objetivo en Irak está claro y no ha cambiado: la victoria". Añadió que lo único que cambia "son las tácticas. Los jefes militares que están sobre el terreno adaptan constantemente sus métodos para adelantarse al enemigo, sobre todo en Bagdad". Confiemos en que eso que dice no sea literal, en que no se lo crea. "Mantener el rumbo" no es una estrategia; es un lema que tiene su utilidad en política nacional pero que no significa nada a la hora de la verdad.
Ahora su verdadero dilema se reduce a la escalada o la retirada. Si su objetivo es realmente la victoria -se defina como se defina-, debería haber enviado más tropas hace mucho. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y usted dicen que los jefes militares en Irak les aseguran una y otra vez que no necesitan más soldados, pero, seamos francos, incluso aunque eso sea técnicamente verdad, es incomprensible. La verdad es que no hay ni ha habido nunca suficientes soldados en Irak para llevar a cabo la misión.
¿Pero de dónde saldrían más tropas? El Pentágono dice que el Ejército, compuesto por voluntarios, está al límite de sus posibilidades; está ya reclutando a gente de 42 años y rebajando los criterios de incorporación. Afganistán también necesita más efectivos. ¿Y si la llegada de más soldados no cambia las cosas? ¿Qué hace entonces Estados Unidos, enviar todavía más? Ni siquiera los partidarios de intensificar los esfuerzos están seguros de que eso pudiera servir de algo.
La última opción es la más difícil para un presidente en tiempo de guerra y rodeado de polémica: cambie sus objetivos, retírese de la guerra civil que ya está librándose en Irak, centre sus esfuerzos en lograr un acuerdo de reparto del poder político en ese país y trate de limitar los daños en la región y en el mundo.
Incluso sus mayores críticos son conscientes de que retirarse es una operación cargada de riesgos. Usted nos ha avisado sobre las sangrientas consecuencias que podría tener una salida de EE UU de Irak. Su máxima prioridad debe ser evitar esa tragedia. Por ese motivo y otros,no soy partidario de establecer un calendario fijo para la retirada, porque significaría perder toda la flexibilidad y la capacidad de maniobra que nos queden.
Pero las matanzas que prevé usted tras la marcha de nuestras tropas se están produciendo ya de todos modos, y nada de lo que hemos hecho ha impedido su rápido aumento. Al ritmo que vamos, superaremos con creces los 40.000 asesinatos anuales en Irak. Un reciente estudio de la Universidad de Maryland muestra que, para el 78% de los iraquíes entrevistados, la presencia de Estados Unidos "está provocando más conflicto que el que previene", y el 71% es partidario de que los estadounidenses se retiren antes de un año.
Le ruego que se fije unos objetivos realistas, revise el despliegue de nuestras tropas y se centre en la búsqueda de una solución política. Se lo debemos a los iraquíes que celebraron la caída de Sadam y depositaron su confianza en nosotros pero que luego han visto que sus vidas están en peligro como consecuencia de ello.
Al hablar de una solución política quiero decir algo mucho más ambicioso que los esfuerzos actuales para mejorar la situación del primer ministro Nouri al Maliki a base de cambiar de ministros. Los senadores Joe Biden y Les Gelb han defendido lo que llaman una solución política "a lo Dayton" -en referencia a las negociaciones que pusieron fin a la guerra de Bosnia en 1995-, es decir, una estructura federal más relajada, con una gran autonomía para cada uno de los tres grupos principales y un acuerdo para compartir los ingresos del petróleo. Su Gobierno rechazó estas propuestas desde el primer momento, y el tiempo que hemos perdido desde que las presentó Gelb, hace más de dos años, hace que ahora sean mucho más difíciles de conseguir.
Sin embargo, hace sólo dos semanas, el Parlamento iraquí dio un gran paso hacia la creación de unas regiones con más poder, con la interesante condición de que la puesta en marcha se aplazara 18 meses. Usted podría utilizar esta legislación como arma para negociar un acuerdo pacífico de reparto del poder y de los ingresos del petróleo, al tiempo que modifica el despliegue de nuestras tropas y reduce nuestra presencia en el país. Si esta vía fracasa, no habremos perdido nada por intentarla.
Quienes afirman que esta propuesta pretende dividir Irak en tres países (cosa que no es) y que desencadenaría una guerra civil declarada están dando una interpretación equivocada de la idea y no ofrecen nada a cambio. Independientemente de todo lo demás que haga, señor presidente, tiene que enviar tropas al norte de Irak, a Kurdistán -que es una zona todavía segura pero cada vez más llena de tensiones- con el fin de disminuir el peligro, muy real, de una guerra entre kurdos y turcos. Tanto turcos como kurdos acogerían de buen grado esa presencia estadounidense, pero a ello habría que añadir que los kurdos dejaran de hacer incursiones terroristas en Turquía. Desde allí, las Fuerzas Especiales podrían dirigirse rápidamente a otras zonas de Irak en caso de que surgiera algún objetivo terrorista y el mundo vería que usted no había abandonado los compromisos de Estados Unidos con Irak.
En los últimos años, casi siempre que alguien ha propuesto un cambio de política se le ha acusado de querer "salir corriendo". Esa retórica hace daño a la colaboración entre los dos partidos que necesita la crisis actual.
Si usted se decidiera a reducir el número de soldados estadounidenses -sin un calendario fijo- y a buscar un compromiso político, la dirección del Partido Demócrata estaría dispuesta, sin duda, a colaborar con usted, sobre todo si el Grupo de Estudio sobre Irak, presidido por James Baker y Lee Hamilton, recomienda unos cambios de estrategia significativos que podrían servirle como punto de partida para reconstruir el consenso nacional.
Esta crisis es demasiado grave para andar con recriminaciones. Si todavía seguimos en guerra cuando llegue la campaña de 2008 -como parece probable si no cambia usted de rumbo-, eso no beneficiará a ningún partido y dejará a su sucesor las mismas opciones a las que se enfrenta ahora usted, salvo que en circunstancias mucho peores.
Richard Holbrooke es ex embajador de Estados Unidos en la ONU. Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia. © L. A. Times-Washington Post.
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