La nueva vía
A falta de un par de días para el inicio de la NBA, nuestros ojos están puestos en Canadá. Los Raptors han decidido cambiar de cemento para construir su edificio baloncestístico y sustituir la materia prima norteamericana por la europea, convencidos que ésta es más sólida, maleable y capaz de aguantar de forma más repartida y solidaria toda la carga de la competición. Su apuesta es inequívoca. Aprovecharon la lotería que les otorgó el número uno en el draft para traerse a un joven italiano con todo por demostrar. Fichan a Garbajosa para hacer un doblete español junto a Calderón, cuentan con el esloveno Nesterovic y hasta se llevan a Anthony Parker, la estrella del Maccabi, americano de origen pero imbuido del estilo europeo. Tantos movimientos en el mismo sentido dejan de ser casualidad.
No se descubre la cuadratura del circulo al asegurar que la NBA atraviesa un momento de desconcierto. Demasiados equipos y una enorme cantidad de jugadores se han ido alejando de los conceptos colectivos del juego. Su forma de entender el baloncesto se ha ido limitando a unos cuantos ejercicios gimnásticos, muy espectaculares sin duda, mucho individualismo y un culto desaforado a las superestrellas, que hacen y deshacen a su antojo. Muy en consonancia con conceptos de la cultura norteamericana. Su tendencia a mirarse el ombligo hace que las señales de alarma que deberían saltar cada vez que se llevan un varapalo internacional no tengan gran efecto. Pero algunos sí que toman nota. Ante la falta de formación con la que llegan muchos estadounidenses a la liga, jóvenes, inexpertos y sin pasar por la etapa universitaria, algunos equipos están eligiendo otra vía. La europea. Hasta hace poco las diferencias físicas entre unos y otros posibilitaban que los defectos de los nativos para leer el juego y su incapacidad para desarrollarlo colectivamente pasasen inadvertidos. Pero el europeo ha estrechado muchísimo esa diferencia. En muchos casos son tan fuertes y veloces como ellos, por lo que su mejor comprensión del baloncesto como una especialidad donde el poder del grupo resulta un valor añadido importante ha posibilitado un numeroso acceso de los talentos de este lado del océano. Los Raptors desde su ingreso a la liga no han formado un equipo competente y competitivo. Unos cuantos años con la mochila de derrotas completa les han convencido para dar un golpe de timón. Lo visto en la pretemporada, a la que hay que darle una relativa importancia, parece darles la razón. Un éxito futuro reforzaría la necesidad de la NBA de dar la vuelta a la escala de valores. Además, el papel de nuestros dos representantes en este viraje resulta capital, por lo que a la espera de la recuperación de Gasol y de la madurez de Sergio Rodríguez, al que le espera un calvario psicológico que va a poner a prueba su entereza, Toronto es nuestro equipo. Mientras se debate y pone fecha a la cacareada división europea, los Raptors van a representar más que nadie unos conceptos que poco a poco han ido desapareciendo en la NBA.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.