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Terrassa muestra a Alexandre de Riquer como gran artista gráfico

El diseñador utilizaba imágenes sacras con fines publicitarios

Como pintor, Alexandre de Riquer (Calaf, 1856-Palma de Mallorca, 1920) fue bastante limitado; en cambio, desarrolló con gracia casi todas las demás manifestaciones artísticas. Por ello la exposición del centro cultural de Caixa Terrassa (hasta el 12 de noviembre) tiene un gran interés. Se trata de una retrospectiva de todo lo de De Riquer relacionado con las artes gráficas, una de sus mejores facetas.

Parte de esas facetas aún están por estudiar en profundidad, dado que un buen número de sus realizaciones están perdidas o permanecen en el anonimato. Sus obras de interiorismo han desaparecido, sólo queda el salón del escritorio del Círculo del Liceo, un par de muebles sueltos, fuera de su contexto original, y unas pocas fotografías de realizaciones destruidas. No hace mucho, se descubría otra de sus vertientes, la de diseñador de estampados para la industria textil. El hecho de que, como buen modernista, extendiera su arte a las disciplinas más variadas y se prodigara en materias destinadas al consumo inmediato y lo efímero, dificulta la obtención una buena panorámica de las mil caras de su obra.

Eso hace tan interesante la exposición del centro cultural de Caixa Terrassa. Eliseu Trenc, especialista en este autor, y el coleccionista Joan Graells han sido los comisarios, y el catálogo, editado por Caixa Terrasa y Marc Martí -empresario y coleccionista de carteles-, será sin duda un libro de referencia. La exposición tiene un buen arranque, pero se va deshaciendo conforme avanza, diseminada por el espacio poco favorecedor de la sala, que precisa una buena puesta al día.

A partir del conjunto reunido, podemos adentrarnos en el universo simbolista de De Riquer, lleno de flores y damiselas, y donde los hombres tienen poca cabida. La presencia de la mujer es constante, como un álter ego del propio artista, y es divertido observar en ello otro aspecto suyo medio velado: el de modista. El autor no para de vestir sus figuras con ropajes delicados, de corte sensual y sofisticado, con tejidos modernistas a juego con el fondo. Es una moda que nunca se llevó, y pobre de la señora catalana que se hubiera atrevido a ponérsela: la Iglesia y la buena sociedad la habrían fulminado. También es curiosos ver como De Riquer recurre a imágenes católicas para adaptarlas a fines publicitarios. El mejor ejemplo es el de santa Isabel de Portugal, a la que sustituye las flores de su milagro por unas latas de betún en el cartel de la fábrica de lustres Ricart, y la Divina Pastora, que vigila a los cerditos destinados tristemente a ser salchichones de la casa Torra de Vic.

El criterio exhaustivo en una exposición siempre acaba por mostrar aspectos olvidables, en este caso el aburrido ex libris de Alfonso XIII -del que el autor era fiel seguidor-. Pero la exposición de Terrassa tiene muchos aspectos positivos ya que muestra obras poco conocidas, a pesar que haya ex libris y carteles repetidos, y alguna pieza maliciosamente infiltrada, como una estampa recordatorio obra del pintor Joan Llimona y una portada de la revista Luz del mataronense Evelio Torent. Pero tan sólo por ver el precioso volumen de Crisantemes en versión de cuero, el espléndido conjunto de carteles y algunos originales en gran formato de los mejores ex libris de De Riquer, ya vale la pena acercarse a Terrassa.

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