¿Puede durar?
Se atribuye al economista Herb Stein la afirmación de que "si es demasiado bueno para durar, no durará". Que es otra manera de decir que "si algo no puede durar indefinidamente, se acabará". Que, a su vez, no es más que una afirmación tautológica o trivial.
Cualquiera que mire la evolución de la Bolsa española durante el año 2006 intentará contestarse a la pregunta, ¿puede durar? Y es que la revalorización que acumula el Ibex 35 desde hace casi cuatro años es de un 150% (que duplica con creces la del Dow Jones Industrial), y que sólo en el año en curso casi triplica, con su 28%, lo que era la previsión media del mercado a comienzos del ejercicio.
Ya sabemos que la capacidad de acierto con las predicciones en Bolsa es harto limitada y que hay que atribuirla las más de las veces a una mezcla de profesionalidad y buena suerte. Y aunque, al menos de manera pública, nadie apostó a comienzos de año por revalorizaciones tan elevadas como las que se han producido, sí que existía una lógica que podía llevar a ellas, y era la lógica del dinero barato que ha sustentado la masa de operaciones corporativas (fusiones y adquisiciones) que se han venido produciendo en todo el mundo en general, y en Europa y en España en particular.
A las empresas les resulta más rentable endeudarse para recomprar sus acciones que acudir a la renta variable para financiarse
A comienzos de año, sin embargo, esa lógica se enfrentaba con otra mucho más acuciante y que podría haber prevalecido: la expectativa de que los tipos de interés de corto plazo iban a seguir subiendo en Europa y en Estados Unidos, y de que pronto iban a empezar a hacerlo en Japón. De hecho, fue una combinación de informaciones negativas sobre países que, como Islandia, tienen tipos de interés elevados, y de la fuerte retirada de liquidez del mercado por parte del Banco de Japón, lo que provocó la desestabilización que sufrieron las bolsas mundiales en los meses de mayo y junio pasados.
Posteriormente, el convencimiento de que ni la Reserva Federal de Estados Unidos ni el Banco de Japón iban a ser tan agresivos en la subida de tipos de interés como se temía en la primavera, junto con la buena marcha de los resultados empresariales (a punto de superar la mejor racha de que se tiene noticia), ha dado alas a las bolsas y les ha permitido conjurar, por ahora, todos los peligros que las acechaban a comienzos de 2006: subida de los precios del petróleo; incremento de los tipos de interés de corto y largo plazo; curva de tipos invertida en Estados Unidos (tipos de corto superiores a los de largo plazo). Amenazas todas que, combinadas, daban una elevada probabilidad al advenimiento de una fuerte desaceleración del crecimiento (e, incluso, una recesión) en Estados Unidos, con su fase previa de corrección de las bolsas.
Nada de esto ha sucedido por ahora; y es que se ha impuesto otra lógica distinta: la rentabilidad del capital sigue siendo superior al coste del capital. Esta explicación abreviada, que fuera del sector financiero puede parecer un puro juego de palabras, es lo que explica la abundancia de las llamadas operaciones corporativas. Es decir, la cantidad de ofertas públicas de adquisición (OPA) que se han vivido en los últimos meses tanto en el ámbito español como en el europeo y mundial que hace que, sólo en Europa, y desde comienzos de año, acumulen una cifra conjunta de un billón (un millón de millones) de euros.
Porque, mientras el coste del capital en Europa se ha situado este año entre el 3% y el 4%, la rentabilidad por dividendo de las bolsas europeas se sitúa entre un 2% y un 3% por encima. Esto estimula el que unas empresas se endeuden para comprar otras y también evidencia que a las empresas que cotizan en Bolsa les resulta mucho más rentable endeudarse y recomprar sus propias acciones que acudir a los mercados de renta variable para obtener financiación. Y todo ello hace subir las bolsas.
¿Puede durar? Sí, mientras la lógica de que "el coste del capital es inferior a su rentabilidad" siga imponiéndose. Pero con eso sólo hemos cambiado el problema de lugar, porque... ¿cuánto tiempo más puede prevalecer esa lógica?
Juan Ignacio Crespo es miembro del Cuerpo Superior de Estadísticos de Estado.
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