¿Ahorro? sí, gracias
El Día Mundial del Ahorro se celebra el próximo martes. La verdad, esto del ahorro no tiene buena prensa en los tiempos que corren. Para unos, la mayoría, ahorrar es un valor a la baja, que no produce ninguna utilidad -ni siquiera una remuneración cuando, como sucede en los últimos años, los tipos de interés reales son negativos-, al contrario que el consumo, que permite disfrutar de la vida y aparentar ante los demás que se está a la última. Para otros -por ejemplo, para los que tienen que dedicar el 40% de su sueldo a la hipoteca-, hablarles del ahorro les suena a broma, pues casi no llegan a fin de mes. Sin embargo, quizás estos últimos no sepan que ellos son los mayores ahorradores del país, ya que los pagos de la hipoteca son ahorro, que va destinado a adquirir un bien de capital, como es la vivienda. En realidad, el ahorro es la diferencia entre la renta disponible y el gasto en consumo de bienes y servicios. Con este ahorro se financia la formación bruta de capital (FBC: maquinaria, edificios comerciales, infraestructuras, vivienda, etcétera) y lo que sobra (o falta) es lo que en términos de contabilidad nacional se llama capacidad (o necesidad) de financiación, que se destina a inversiones financieras (depósitos bancarios, bonos, acciones). Por eso, a la capacidad de financiación también se le suele denominar ahorro financiero.
A largo plazo no es sostenible mantener una tasa de inversión creciente y una tasa de ahorro a la baja
Cuando el ahorro no da para financiar nuestra FBC, es decir, cuando el ahorro financiero es negativo, no hay más remedio que acudir a que nos presten. Pero eso sólo es posible si alguien ha invertido menos de lo que ha ahorrado y tiene ahorro sobrante. Así, si consolidamos todas las economías de todos los agentes económicos del mundo, el ahorro siempre es igual a la FBC. Por otro lado, esta última es el factor principal del progreso económico, pues es la que permite la acumulación de capital físico, y ésta, a su vez, junto al capital humano (educación y formación) y tecnológico (I+D+i), determina los avances de la productividad, que viene a ser algo así como la madre de todas las batallas económicas (y hasta no económicas). Por eso el ahorro es tan importante.
En España el ahorro se mantiene en la última década en torno al 22% del PIB (gráfico izquierdo), algo por encima de la media de la zona del euro. Sin embargo, tenemos un problema: dicho ahorro no nos llega ni de lejos para financiar unas inversiones crecientes, por lo que necesitamos endeudarnos frente al resto del mundo. Éste es precisamente el origen del déficit de la balanza de pagos por cuenta corriente, que este año alcanzará una cifra del orden del 8,5% del PIB. Ello es así porque el ahorro privado no deja de caer, y menos mal que, por una vez en la historia, el ahorro de las administraciones públicas va en aumento, gracias a los suculentos ingresos por impuestos (gráfico central). Especialmente preocupante es el caso de los hogares, que tradicionalmente tenían ahorro sobrante y ahora no les llega para financiar su FBC, que fundamentalmente es vivienda (gráfico derecho). Está bien eso de invertir tanto, pero a largo plazo no es sostenible mantener una tasa de inversión creciente y una tasa de ahorro a la baja.
Sé que la mayoría de los lectores de esta columna ya sabían casi todo lo que han leído en ella. Así pues, mi intención principal no era tanto comentarles algo nuevo, sino hacerles reflexionar y recordar que el ahorro, ese valor hoy a la baja en España, es, junto a la educación, la base de nuestro bienestar económico y el de las próximas generaciones.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (FUNCAS).
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