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Reportaje:

Nápoles, fuera de control

La violencia de la Camorra y de la pequeña delincuencia ahuyenta la inversión y el turismo de la ciudad italiana

Enric González

El vuelo Nápoles-Milán del martes por la mañana no pudo despegar por falta de tripulantes: pilotos y auxiliares estaban en el hospital. Habían sufrido un atraco mientras viajaban hacia el aeropuerto en una furgoneta de Alitalia. Un grupo de encapuchados asaltó el vehículo, propinó una paliza a sus ocupantes y se llevó, después de tanto trabajo, un reloj, 150 euros y varias tarjetas de crédito. La agresión fue la enésima señal de que la delincuencia napolitana está fuera de control. La violencia domina las calles y el turismo se esfuma.

El periodista y escritor Giorgio Bocca, una de las más prestigiosas voces de la izquierda italiana, lanzó el año pasado un grito casi desesperado en forma de libro: Nápoles somos nosotros. El drama de una ciudad ante la indiferencia de Italia. "Nápoles se ha convertido", escribía Bocca, "en una ciudad postindustrial de narcotraficantes en la que no se sabe de qué parte está la gente". La obra hablaba de la mafia napolitana, la Camorra, cada vez más violenta y dominante, con casi 150 víctimas mortales en sólo dos años, pero también de la explosión de la pequeña criminalidad violenta: "El miedo más común en Nápoles es el de ser agredido por jóvenes aparentemente normales", decía Giorgio Bocca.

El poder camorrista es el origen histórico de todos los males: el crimen organizado destruye la autoridad de la policía y ahuyenta las empresas, lo que fomenta el desempleo (en algunos barrios es del 50%) y el crimen, sobre todo entre la juventud. No todos los delitos son cometidos por camorristas, y la llamada "microcriminalidad", el eufemismo con que se denominan los asaltos violentos en la calle, es protagonizada mayormente por muchachos, simples aspirantes al ingreso en una de las más de 40 cosche o clanes mafiosos que dominan Nápoles.

Pero la Camorra es omnipresente. Lo demuestra estos días el drama de otro periodista y escritor, Roberto Saviano. Tras varios años como colaborador del diario La Repubblica y el semanario L'Espresso, Saviano, de 27 años, escribió un libro sobre Nápoles, su ciudad. La novela Gomorra apareció el mes pasado y tuvo éxito. A la Camorra, sin embargo, no le gustó. Le pareció demasiado realista. Saviano vive ahora oculto y bajo protección policial, porque los mafiosos le han amenazado de muerte.

La inseguridad está ahuyentando el turismo, el más antiguo y rentable recurso económico de Nápoles, la ciudad más poblada del sur de Italia, con un millón de habitantes. Los cruceros por el Mediterráneo siguen atracando en el puerto, pero muchos pasajeros se niegan a descender del barco. Los relojes, y muy especialmente los de la marca Rolex, constituyen el botín más apetecido por los atracadores. Los hoteleros lanzaron a inicios de la temporada veraniega un plan para prevenir desgracias: al turista se le ofrece, en cuanto llega, un reloj de plástico, y se le aconseja que deje el suyo en la caja fuerte.

Uno de los empleados de Alitalia asaltados el martes llevaba un Rolex, y la policía sospecha que fue el reloj lo que atrajo a los atracadores. Probablemente se fijaron en la tripulación a las 5,30 de la mañana, cuando los dos pilotos y los cuatro auxiliares tomaban un café en la céntrica plaza de Carlos III. Robaron un coche con el que siguieron la furgoneta de la compañía de bandera italiana y con el que, en plena calle, le cortaron el paso. Al menos ocho personas armadas con pistolas amenazaron y golpearon a los tripulantes del avión, dos de los cuales tuvieron que ser hospitalizados.

En el aeropuerto napolitano de Capodichino, el anuncio de que el vuelo a Milán debía ser cancelado por falta de tripulantes fue acogido tumultuosamente. Los pasajeros creyeron que lo del asalto y las heridas era sólo una nueva excusa de Alitalia para dejarles en tierra, y se registraron momentos de mucha tensión.

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