Inma y Marta, falleras mayores 2007
La fiesta del próximo año estará representada por dos mujeres dispuestas a dominar la ciencia
"Ha llamado al 96...". Y la fallera mayor infantil no estaba al otro lado de la línea. Segundo intento. Pero no se pone la pequeña. Lo hace su padre. A Rita Barberá la primera traca fallera de la temporada 2007 le costó de encender. Pero una vez la voz de Inmaculada Escudero sonó a través del altavoz de la sala de plenos del Ayuntamiento, el protocolo se cumplió como todos los años: aplausos, buenos deseos, lágrimas, flores, gentío, felicitaciones, dedicatorias...
Inma, de 13 años, estudiante de segundo de Educación Secundaria Obligatoria (ESO), aficionada al pádel, forofa de Winnie the poo, esperó su camino al trono de reina infantil de las fallas 2007 enfundada en un traje granate de terciopelo con zapatitos a juego y aparentemente, dicen los suyos, sin nervios. (Sus primos contaban que por la tarde un amigo había venido con un montón de vestidos, para ayer, para hoy, "para siempre", decía uno de ellos). Y cuando ya se supo coronada, lo suyo fue un ir ante los micrófonos con el gesto de la farmacéutica que quiere ser -como su madre, y de lo que ya tiene prácticas, confiesa que trastea por la botica- y la niña rendida a los encantos de la Disney Store. Eso en la calle de Centelles.
Otra dimensión, Blasco Ibáñez. De entrada, la Junta Central Fallera no acertó ni con su propio plano para llegar a casa de Marta Reglero. ¿Es el 125 ó el 126? Ambos números aparecían en referencias distintas de la propia Junta. ¿Alguien tiene un teléfono? El fijo comunica sin parar. ¿Es la puerta 65? No, ahí un despacho de abogados a nombre de un tal Aznar. Detrás de los miembros de la Junta, una corte de fotógrafos de portal en portal. Finalmente, una combinación de todos los números, pero imposible de acertar sin la intervención de un destacado de la Junta Central Fallera. Tenía otro mapa. Y arriba Teruca indicaba el camino. Es la mujer de Aurelio Beltrán, vicerrector de Infraestructuras de la Universidad de Valencia. Dentro, en el salón, Concha Mangada y Víctor Reglero son los primeros en recibir los parabienes. Ella, profesora de francés en un instituto. Él, astrofísico. Su hijo, también Víctor y camino de la ingeniería industrial, no sabe bien cómo explicar qué es su padre. "Hizo física, luego investigó en un observatorio y pasó a un proyecto y sacó un satélite...". En realidad, lo suyo es detectar, por ejemplo, la energía de los agujeros negros. Y ayer se vieron en uno. Necesitaban un teléfono fijo. Y en Terramelar, en Burjassot, donde viven, no tienen. Pero además, la urbanización dista del centro de poder de las fallas. Teruca les dijo que vinieran a casa sin problema. "Yo no me imaginaba esto. Te diré que tuve el pálpito esta mañana y me dije a mí misma que la niña salía. Si lo llego a saber, a casa de mi madre, que tiene un salón más grande... Y mi marido [el vice rector] cuando venga...", decía Teruca. Y llegó. Y no daba crédito. Cámaras, locutores, fotógrafos, vecinos. Los conocidos le felicitaban. Los nuevos, le preguntaban por la fallera. "Soy muy amigo de la familia", decía.
Marta Reglero tiene 23 años y un hermano de 21 años. Ambos nacieron en Alicante. Acabó Telecomunicaciones, ha empezado el proyecto y algún trabajo que ahora tendrá que valorar. Le fascina el olor a pólvora, se define tímida, le gusta el esquí, el mundo se le queda pequeño. Su madre quiere que haga las cosas con sinceridad, "porque así le saldrán bien, seguro". Su padre, de Oviedo, integrado en el mundo fallero sin acentos, decía ayer: "Estoy... acojonado. Y lo que quiero es que se lo pase muy bien. Es una mujer muy responsable. Se lo merece todo".
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