El mando militar de Irak se reúne con Bush para revisar la guerra
El presidente se niega a cambiar de estrategia a pesar de las presiones
El asalto de Amara por la milicia del clérigo Múqtada al Sáder es la última prueba de que Irak no está bajo control. George W. Bush, reacio a admitir la realidad de la guerra, reconoce que la situación es difícil. El presidente se reunió ayer con los mandos militares para ver qué cambios hacen falta. El secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, aún al frente del Pentágono a pesar de su responsabilidad en el caos iraquí, se unirá hoy al debate.
Bush recibió en la Casa Blanca al general John Abizaid, jefe militar para Oriente Próximo. Está previsto que las consultas continúen hoy. En el debate, además de Rumsfeld, también participa, vía teleconferencia desde Bagdad, el general George Casey, responsable del despliegue de la coalición internacional.
En lo que va de octubre, y además de la osada acción de ayer de las milicias de Al Sáder, han muerto ya 74 soldados. Si este ritmo se mantiene, este mes será el más sangriento para el Ejército estadounidense desde la invasión, hace tres años y medio. El presidente admitió a la agencia Associated Press su preocupación por el incremento de la violencia, pero no quiso aclarar qué tipo de cambios va a haber después de la reunión. "Estamos continuamente ajustando nuestras tácticas para lograr los objetivos, y ahora mismo, la situación es difícil".
¿El presidente considera en estos momentos algún cambio en su estrategia? "No", dijo ayer su portavoz, Tony Snow, que desestimó las encuestas que indican que, por primera vez, los demócratas reciben más crédito por parte de electorado para manejar la situación en Irak. "El presidente no es alguien que se ponga nervioso por unos sondeos". Quizá debería, después de haber oído al senador John Warner, presidente del Comité de las Fuerzas Armadas, decir que si en 90 días no mejora la seguridad, "el Congreso tendrá que tomar decisiones audaces"; al también senador republicano Chuck Hagel advertir que "hay que cambiar de estrategia" o al ex secretario de Estado James Baker, que preside el Grupo de Estudios sobre Irak, reconocer que "la situación es muy, muy difícil". Para Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Internacionales, se está llegando a "un punto decisivo" tanto en Irak como en EE UU; la actual estrategia "prácticamente no tiene posibilidades de éxito" y "habrá cambios". Ni siquiera desde el neoconservadurismo se dicen cosas distintas: "Que la guerra de Irak, si es que no es ya un fracaso, está fracasando, requiere poca demostración", escribe Eliot Cohen, profesor de la universidad John Hopkins.
La preocupación de los militares es también pública. Desde Bagdad, el general William Caldwell dijo el jueves que la masiva operación conjunta lanzada hace dos meses para mejorar la seguridad en la capital está fracasando: "No se ha conseguido reducir el nivel de violencia". Las acciones armadas han aumentado un 22%, añadió, debido al Ramadán y a la proximidad de las elecciones del 7 de noviembre.
Los mandos no ven que se estén cumpliendo las promesas del primer ministro iraquí, Nuri Al Maliki, de atajar la violencia. No sólo eso: cuando, el martes, soldados norteamericanos detuvieron al líder de la milicia de Al Sáder, tuvieron que liberarlo por orden de Al Maliki.
Es prácticamente imposible que haya cambios antes del 7 de noviembre. Pero las presiones para que la Casa Blanca modifique la política de Irak van a seguir creciendo, y los congresistas republicanos, que llevan a cabo una muy incómoda campaña electoral, serán los primeros en reclamarlo día tras día. Contra esa presión -que se multiplicará en caso de que los demócratas ganen las legislativas- el presidente mantiene su argumento, pero es cada vez más propagandístico y menos creíble: "Los votantes tienen que preguntarse qué partido apoyará a los valientes hombres y mujeres de uniforme que protegen América, quién va a facilitar los instrumentos para proteger a los norteamericanos, quién tiene una estrategia para la victoria en la guerra contra el terrorismo".
La acción combinada de las denuncias demócratas, la inquietud de los republicanos y la opinión casi unánime de los expertos forzarán a la Casa Blanca a cambiar, según fuentes citadas por The Washington Post.
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