"Es Irak, estúpido"
El conflicto iraquí se sitúa como principal preocupación de los estadounidenses en los comicios
No es la economía, como ocurría en 1992 -"Es la economía, estúpido", fue el mensaje interno del estratega James Carville escrito en el cuartel general del candidato Bill Clinton para que no se le olvidara a nadie-, ni tampoco los valores morales (la socorrida explicación de la derrota de John Kerry en 2004). Es, en buena medida, la seguridad y el terrorismo, pero irremediablemente acompañado de la guerra. Lo que está en el centro de estas legislativas de noviembre es Irak: las críticas, el malestar y la desazón de los norteamericanos ante un conflicto al que no se le ve final. La gran paradoja es que la misma guerra que fue decisiva para la victoria de George W. Bush en 2004 es ahora un enorme lastre para los congresistas republicanos.
¿Cuál es la lista de prioridades de los votantes? En un sondeo de la CNN, un 43% dice que Irak, y otro 43%, la amenaza terrorista; un tercio cree que lo importante es Corea del Norte, y otro tercio la economía. Sólo un 25% incluye el escándalo del ex congresista Mark Foley. Pero el 64% se opone a la guerra, el rechazo más elevado hasta hora. Según un sondeo del Pew Center, el 54% piensa que la guerra no va bien. "Irak se ha convertido en un tema central en estas elecciones", deduce el informe. Son malas noticias para el partido de Bush: el presidente de guerra ha hecho del conflicto el frente central de la batalla contra el terrorismo, y esta batalla es el eje de su política de seguridad.
Ayer, en la firma de la ley que establece el funcionamiento de las Comisiones Militares y regula los interrogatorios a los sospechosos de terrorismo -aprobada en el Congreso con los demócratas divididos-, el presidente dijo que la pregunta es: "¿Esta generación se tomó en serio las amenazas e hizo lo que era necesario para contrarrestar esas amenazas?" Poco después, el Partido Republicano recordó los nombres de congresistas y senadores que votaron en contra de la ley, que sigue causando fuertes críticas en los grupos de derechos humanos y que podría ser debatida por el Tribunal Supremo en los próximos meses.
El reto para la Casa Blanca es que el votante disculpe Irak en nombre de la seguridad y la lucha contra el terrorismo; el desafío para los demócratas es que el votante juzgue a los responsables del desaguisado sin aparecer como débiles frente al terrorismo. La oposición confía en que la guerra -y la proximidad a Bush- minen la credibilidad de los congresistas conservadores para estas elecciones y las próximas: "Irak podría suponer para los republicanos, en materia de seguridad nacional, lo que les supuso la Depresión en materia económica", dice Rahm Emmanuel, líder del Comité electoral demócrata del Congreso, a The New York Times.
Casi 3.000 muertos
Sin caer en este voluntarismo propagandista, Robert McMahon, vicepresidente del Consejo de Relaciones Exteriores, señala que la violencia entre los grupos étnicos iraquíes, combinada con el lento goteo en la muerte de los soldados (2.767 hasta ayer) "hacen que los republicanos sean extremadamente vulnerables". Por esta razón, añade, "algunos se han distanciado del presidente". Los demócratas, señala también McMahon, divididos sobre la estrategia a seguir, "tratan de subrayar el equivocado razonamiento de Bush para ir a la guerra y los errores de la posguerra".
Al margen de la electoralización de la guerra, hay que cambiar la política sobre el conflicto, según el Grupo de Estudios sobre Irak, una comisión de personalidades designada por el Congreso y apoyada por Bush que dirige el ex secretario de Estado James Baker. Dos diarios, The New York Post y Los Angeles Times, han filtrado sus recomendaciones: una es organizar un repliegue de las tropas e instalarlas fuera de Irak, para intervenir en caso de emergencia; otra indica que es prioritario "estabilizar Bagdad e incrementar los esfuerzos para integrar a los insurgentes en el proceso político", y que Irán y Siria deberían jugar un papel. Según Baker, hay otras opciones aparte de "mantener el rumbo" o "irse de Irak", y "hay que hablar con los enemigos; ni Siria ni Irán quieren un Irak caótico".
Bush mantiene que no debe haber calendarios de repliegue y coincide en que la seguridad en Bagdad es vital y que el Gobierno iraquí tiene que atajar la violencia entre chiíes y suníes, además de reiterar que las tropas se irán cuando la misión esté cumplida. Pero uno de sus más fieles aliados en el Senado, John Warner, que preside el Comité de las Fuerzas Armadas, acaba de decir que si en los tres próximos meses los iraquíes no logran calmar la violencia y afianzar la reconstrucción, "el Congreso tendrá que tomar algunas decisiones audaces".
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