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La transición mexicana

El sindicato de maestros, contra el gobernador

La sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) agrupa a 70.000 maestros en todo el Estado de Oaxaca para una población escolar que supera el millón. El 22 de mayo, las escuelas cerraron las puertas en el inicio de una huelga por mejoras salariales. La noticia no mereció mayor atención en Oaxaca, donde son habituales en esta época, desde hace 26 años, las protestas de los maestros. Los paros y los campamentos en el centro histórico de la capital solían terminar con un acuerdo con el gobierno de turno, que aceptaba todas o parte de las demandas.

Este año, todo fue distinto. El gobernador, Ulises Ruiz, ya había dado muestras en los primeros compases de su mandato de que estaba dispuesto a cumplir su promesa electoral de acabar con las huelgas y manifestaciones. Al empezar la habitual protesta de los maestros, no sólo se negó a negociar, sino que el 14 de junio envió a la policía al Zócalo de Oaxaca para desalojar a los huelguistas. Tres horas de violencia sólo dieron como resultado un buen número de heridos y detenidos y la radicalización del conflicto.

Los policías terminaron retirándose de la plaza, por escasez de efectivos y material antidisturbios, los maestros reinstalaron el "plantón" (campamento), y a los pocos días nació un nuevo protagonista en el conflicto, hasta entonces desconocido: la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO). La nueva organización agrupaba a los numerosos movimientos sociales dispersos en todo el Estado, pero, sobre todo, sirvió de catalizador del malestar de la población de uno de los Estados más olvidados por el Gobierno de México.

Movimiento heterogéneo

En su corta existencia la APPO ha demostrado ser un movimiento amplio y heterogéneo, donde conviven organizaciones con una larga trayectoria de lucha con dirigentes que hacen de la pobreza su modus vivendi. Junto a líderes respetados en sus comunidades hay los que tradicionalmente administran los recursos asignados por el Estado en beneficio propio o de su grupo. Son precisamente estos últimos quienes han radicalizado el carácter de la protesta y se han erigido en portavoces y negociadores únicos con el Gobierno federal. Y han convertido lo que era una consigna más en la demanda central del movimiento de protesta de Oaxaca: la dimisión del gobernador.

Atrincherado en su cargo que apenas puede ejercer, el gobernador Ruiz no está dispuesto a dar el brazo a torcer y no contempla un acto de generosidad hacia los oaxaqueños, como la dimisión. "Me eligió la mayoría, no un grupúsculo", repite, aunque cada día son menos los oaxaqueños que entienden su obsesión en permanecer en el poder contra viento y marea.

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