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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Paisaje belga

Los partidos democráticos belgas han respirado una vez que el ultraderechista flamenco Vlaams Belang (VB) ha fracasado en su intento de alcanzar el poder en Amberes, la segunda ciudad del país, en las elecciones municipales del pasado domingo por apenas dos puntos. Sin embargo, debe de tratarse de un pequeño respiro porque el VB ha crecido entre cinco y siete puntos en Flandes, especialmente en las zonas rurales, respecto a los comicios de 2000. Una cuarta parte de los electores de la rica región flamenca ha votado por ese grupo. Y en la francófona Valonia se ha producido un ascenso del ultraconservador Frente Nacional en las áreas más deprimidas. Por tanto, resulta un tanto cándido algún titular de la prensa belga de ayer al hablar de "no pasarán". El mensaje de la extrema derecha es simple: no a la inmigración y asimilación obligatoria a la cultura y lenguas del país de los inmigrantes no europeos que residan en Bélgica.

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El paisaje político de Bélgica es de una complejidad y burocracia notables: una región más poblada y rica, de lengua flamenca y con simpatías separatistas; otra más deprimida, francófona, y, por último, la capital, Bruselas, con doble Administración, flamenca y valona. La relación entre comunidades no está exenta de obstáculos y recelos. Así, por ejemplo, el actual primer ministro, el liberal flamenco Guy Verhofstadt, ha recibido un duro correctivo en estas elecciones al ser tachado por su comunidad de blando con los francófonos. Además, no deja de ser sonrojante que el país donde están ubicadas las instituciones de la Unión Europea muestre una presencia tan intensa, y creciente, de la extrema derecha.

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Es verdad que el fenómeno no se ciñe a Bélgica. Los partidos xenófobos se extienden por Europa. En tres países de la UE (Dinamarca, Polonia y Eslovaquia) forman parte de la mayoría política; en Austria están en retroceso, pero en la muy democrática Francia el Frente Nacional de Le Pen no cede. Su agenda es común: la inmigración, la inseguridad, la corrupción y la desafección hacia el sistema de partidos. En España no han logrado consolidarse, pero esos temas están en boca de no pocos. Es deber de los partidos democráticos recuperar el espacio perdido, pero atrayendo al votante con ideas de integración e igualdad social.

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