Libertad, igualdad, razón
El feminismo es la lucha por la libertad, la igualdad y la emancipación. La democracia también. Las beneficiarias de los logros del feminismo no son sólo las mujeres, sino la sociedad en su conjunto. Pues no hay verdadera libertad, igualdad, emancipación y democracia cuando persiste la discriminación en función del sexo, cuando las mujeres no son dueñas de su vida, de su cuerpo, de su sexualidad, y se encuentran sometidas a la autoridad del varón, ni hay verdadera dignidad para éste cuando se le adjudica socialmente un estereotipo dominador.
Deberemos concluir que la crítica de todo ello obedece a valores universales e innegociables y en modo alguno a un imperialismo cultural de Occidente. El relativismo que equipara todas las culturas se convierte en coartada para frenar la denuncia de la injusticia o la desigualdad.
El rechazo a injerencias foráneas se hace a costa de la emancipación de las musulmanas
Por desgracia, hoy día existen muchos países donde se dan esas condiciones infamantes para las mujeres; también Occidente necesita una continua revisión al respecto, pero quisiera ocuparme aquí de la discriminación específica ligada a las comunidades musulmanas, dado que en ellas predomina una especial dimensión política y religiosa.
¿Qué relación tiene el sojuzgamiento de las mujeres con el islam como fenómeno social y religioso? Diversas son las respuestas: a) el sometimiento de las mujeres en países islámicos es algo cultural e histórico, no necesariamente ligado al islam; b) la discriminación de la mujer es algo ligado al islam cultural y político pero no religioso; c) tiene un fundamento religioso y se deduce del Corán, y d) es una mala lectura del Corán, pues éste es liberador para las mujeres.
Todo ello adquiere además especial relevancia cuando, fruto de la presencia de la inmigración musulmana, el asunto afecta a las propias sociedades occidentales.
Parece que, independientemente de cuál de estas opciones se considere cierta, sobre la crítica legítima del feminismo frente al sometimiento de las mujeres en el marco islámico empieza a planear una acusación: la de islamofobia. Pero fobia es odio irracional, y el feminismo lo que reclama es precisamente el ejercicio de la razón, y su necesaria aplicación ética. Callar frente a la injusticia no es respeto, es cobardía.
Ante la necesaria denuncia de lo evidente, existe una corriente de "feminismo islámico", que aceptando a o b, negaría c, apostando por d. El feminismo islámico marca sus distancias tanto frente a la ortodoxia islamista cuanto al que denominan feminismo occidental, liberal, colonialista o laico, se articula "dentro de un paradigma islámico" y "deriva su comprensión y mandato del Corán". No se trataría únicamente de despojar a éste de sus lecturas patriarcales, sino de mostrarlo como la genuina y diferente forma de entender la igualdad entre los géneros y la dignidad de las mujeres; por ello, se dice, es necesario "recuperar el mensaje igualitario" del Corán. La cuestión de fondo estriba en qué estamos entendiendo por igualdad, si entendemos igualdad ante Allâh, pero se mantiene la "complementariedad" de los sexos, la diferente función en el seno de la familia, la poligamia, el matrimonio temporal, el derecho de tutela del hombre sobre la mujer, el carácter obligatorio o deseable del velo y la discriminación en materia de herencia..., todo ello prescrito por el Corán. Entonces utilizamos la noción de igualdad de manera equívoca, pues lo que estamos realmente afirmando es la diferencia, por más que apostemos por un mayor protagonismo de las mujeres, que a la postre quedan encuadradas, limitadas o supuestamente dignificadas en su diferencia.
La cuestión no es si resulta posible una lectura feminista del Corán que propicie la emancipación de la mujer musulmana. Ello sería deseable en el mismo sentido en que se realizó una hermenéutica feminista de la Biblia -libro bastante patriarcal, por cierto-, abriendo caminos de protagonismo para la mujer desde el cristianismo. El problema comienza cuando no intentamos demostrar que el islam es emancipador para la mujer (en el sentido general del término, esto es: igualdad entre los sexos y ante la ley, derecho al propio cuerpo, ausencia de cualquier discriminación en función del sexo...), sino que derivamos del Corán una "forma diferente de dignidad para la mujer", que denominamos emancipación o feminismo aunque no cumple los requisitos igualitarios de éstos, y entonces acusamos al feminismo que pretende cumplirlos de occidental y etnocéntrico.
Cuando las mujeres se convierten en símbolos de identidad, nacional, cultural o religiosa, subsumen en esta identidad simbólica su rango individual. Así, el rechazo a toda injerencia foránea se hace a costa de su emancipación como individuos, la lucha poscolonial se superpone a la feminista.
El debate del feminismo en los países islámicos es una cuestión que incumbe primordialmente a dichos países, desde el punto de vista occidental sólo cabe congratularse con el avance de un feminismo islámico que promueva la liberación de la mujer en el marco de su cultura y religión, abriendo la puerta a una nueva hermenéutica del Corán alejada de literalismos y de posturas patriarcales, estén éstas asentadas en él o en tradiciones culturales. Pero lo que en dichos países debería tener un carácter social y público no puede trasladarse sin más a los países occidentales, cuyo marco cultural, religioso y político es bien distinto. Lo que allí puede entenderse como progresista desde presupuestos religiosos o ancestrales limitativos, no lo es en absoluto en países occidentales, pues aquí representaría un retroceso al volver a discutir y problematizar logros consolidados.
Quede claro que en modo alguno estoy suponiendo un modelo occidental perfecto y sin fisuras. Pero debemos consensuar qué significamos por libertad, igualdad, etcétera, sin pretender que dichos conceptos sean producciones manchadas de occidentalismo, otorgando así coartada a fundamentalismos retrógrados. El feminismo no está aquejado de islamofobia, sino del esfuerzo compartido por la igualdad, la razón y la libertad, y en ellos legitima su crítica.
Rosa María Rodríguez Magda es filósofa y escritora; autora de El placer del simulacro, Transmodernidad y La España convertida al islam.
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