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Columna
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Deudas

Vivir de prestado es el signo de los tiempos, y por eso se endeudan las familias, las finanzas autonómicas (sobre todo las nuestras), las empresas privadas, las radio televisiones públicas y hasta los becarios precarios. Por eso el Ayuntamiento de Valencia, siempre atento a la ciudadanía necesitada, promueve unas hipotecas que dan carta de naturaleza de ser humano a la gente joven: debo, luego existo, y cuanto más crédito me otorgan, más VIP me puedo considerar. O sea: mala barraca si no te entrampas por 40 o 50 años, ya que puede ser señal tanto de ausencia de aspiraciones como de falta de fe en podértelas permitir.

Hace mucho que se compra a plazos, pero es que ahora los hogares españoles son los más endeudados del continente, y subiendo. Desde luego, la parte del león se la lleva la compra de vivienda (ya explicaba aquel ex ministro que el disparatado precio de los pisos significaba que la economía iba de lo más boyante). En este capítulo todo son récords históricos: en el último año hemos obtenido 100.000 millones más en préstamos hipotecarios, alcanzando los 534.000. La Comisión Europea alerta del riesgo que implica que las mensualidades, entre devolución e intereses, supongan la mitad de la renta familiar. Lo cierto es que arramblan con el sueldo entero de una persona, así que no resulta extraño que además, muchas veces, haya que recurrir a los créditos personales para sobrevivir o para algún que otro capricho o imprevisto. Pero tranquis, que todo tiene arreglo.

Consultando los índices Euribor en Internet, ya con telescopio de lo mucho que suben, rápidamente nos asaltan anuncios relacionados: unos instan a "refinanciar y ahorrar ya", o a consolidar, unificar y agrupar deudas. Otros, muy "cucos" ofrecen dinero express, hasta 5.000 o 6.000 euros (directo, confidencial, mediando pocas preguntas). Estas tentaciones se intensifican en fechas señaladas por el aumento de las "necesidades" de liquidez como son la cercanía del verano, el inicio de curso o las Navidades: pídanos dinero para lo que quiera usted gastar. Lo que no dicen los reclamos es lo caro que nos va a costar ese cambio de coche, o esa transformación en una horrible "chica de moda". Y no duden que lo pagaremos con creces. No sólo a los siniestros prestamistas como de cine negro, sino también a la aparentemente seria banca tradicional, e incluso a los hipermercados. Porque esto de "sacar de apurillos" parece ser un filón, aunque una diría que se parece bastante a la usura (¿o cómo llamar a un negocio que obtiene el 20% de intereses?)

Este otoño los prestadores se ponen las botas con los y las inmigrantes que tras la regularización pueden visitar sus países después de muchos años. Estas personas aspiran a llegar con las manos cargadas de euros y de regalos, con la ilusión de compensar el quebranto a sus familias "abandonadas". Y necesitan comprar unos billetes de avión cuyos precios, por cierto, también parecen bastante abusivos. Así que solicitan este tipo de créditos rápidos que luego estarán devolviendo durante años: otro arañazo a sus menguados salarios.

Hace unos días nos enterábamos de que una familia de Barcelona ha logrado ser declarada "en quiebra" y ha podido suspender algunos pagos, como si fuera Terra Mítica. Se ve que ha sido un procedimiento largo, costoso e incierto, así que debemos alegrarnos de que a alguien que se endeudó por una enfermedad no le hayan subastado la casa donde vive. Si no la justicia social (que evidentemente había fallado) al menos ha prevalecido el sentido común que dice que de donde no hay, no se puede sacar.

Esto de los pasivos ha producido sesudos tratados y capítulos enteros del refranero. William Shakespeare sostenía que "el que muere paga todas sus deudas", y creo que en cierto modo sigue siendo así. Otro poeta recomendaba tener acreedores para que al menos alguien te recuerde cuando deudos y amigos te hayan olvidado. Y está la escuela hedonista de pensamiento tipo abuelo calavera, de la que participan gobiernos y particulares. En castizo se resumiría como "que me quiten lo bailao". También hay un mutis muy valenciano que dice que el que venga detrás, que arree.

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