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Reportaje:TECNOLOGÍA

Vigilantes en la Red

Hay cámaras que llevan su propia conexión a Internet

Internet se ha convertido, también, en un medio sencillo y económico para vigilar y controlar los hogares, segundas residencias y todo tipo de tiendas y negocios. No evita los robos, pero los disuade, porque detecta la presencia de intrusos en un área determinada y la graba. Además, envía un mensaje de alerta o las imágenes a un teléfono móvil o fijo determinado. Se ve así quién te roba en tiempo real o, mejor, que no ha pasado nada y que es una falsa alarma.

Lo único que se necesita en el lugar a controlar es una conexión de banda ancha, sea ADSL o cable. Ni tan siquiera ordenador. De la conexión de banda ancha se conecta una cámara IP, que ya incluye su dirección de Internet específica, y se hacen los ajustes para que envíe la información al lugar remoto deseado. La cámara IP se diferencia precisamente de las webcams o cámaras de ordenador en que ya llevan su dirección en Internet integrada y, por tanto, no requieren de un ordenador.

Una cámara IP con posición fija y con cable de red no llega a los 200 euros, y con movimiento y conexión 'wi-fi', menos del doble

Existen cámaras IP de distintos tipos, desde las más sencillas con objetivo fijo hasta las más completas con movimiento y zoom. Se empezaron a vender en 1991 y en los dos últimos años su precio ha bajado mucho, con lo que la demanda ha explotado. Los principales fabricantes son las empresas Axis, para el entorno profesional, y Panasonic, para instalaciones domésticas y profesionales.

Una cámara IP con posición fija y con cable de red no llega a los 200 euros, y con movimiento y conexión wi-fi, menos del doble. Las cámaras de exterior, a prueba de golpes y humedad, son más caras. Aparte, se debe contar con el coste de la instalación y el servicio de mantenimiento. Una empresa de seguridad puede cobrar por el paquete completo unos 600 euros y una pequeña cuota mensual.

Las cámaras IP no son sólo un sistema de vigilancia y control, sino también una herramienta de gestión. Existen muchos programas informáticos que tratan las imágenes capturadas y sirven como base de decisiones. Colocadas en un supermercado y con un sencillo sensor de movimiento, se puede generar periódicamente, por ejemplo, un informe de la frecuencia de paso y de las personas que se paran a mirar un producto. En un hogar se puede corroborar que los niños duermen plácidamente o que la asistenta hace bien su trabajo. Difícilmente se puede acusar de atentado a la privacidad, porque hay letreros que avisan de la videovigilancia y las cámaras deben verse para poder ver. De todos modos, sobre todo en el espionaje doméstico, se emplean cámaras camufladas en ositos de peluche y otro ornamento hogareño. Pero, como siempre, el problema no es la tecnología, sino el uso que se hace de ella.

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