Ilusión para empezar

Primera jornada. El campeón se presenta en Madrid para iniciar la defensa del título frente al enésimo proyecto blanco de los últimos años. Cuarenta minutos después, los malagueños se van con la cabeza baja y seguramente percatados de que su camino va a resultar muy complicado mientras los jugadores del Real Madrid saludan desde medio campo sin poder disimular una sonrisa de enorme satisfacción. El público, puesto en pie, les ovaciona mucho más convencidos que antes del partido de que esta vez las cosas tienen buena pinta. Después de una temporada pasada plomiza, acaban de tener una buena muestra de las intenciones de un colectivo que sin ser perfecto ni mucho menos, parece dispuesto a plantear batalla a base de un juego mucho más coherente, razonado y también agradecido con el espectador. Para un primer encuentro, más imposible.

Partido no hubo, pues la superioridad madridista fue abrumadora a partir del segundo cuarto, donde se pasó de un 21-19 a un cuasi definitivo 41-23, pero con todos los reparos que provoca un análisis concluyente tratándose del primer partido serio del año, se vislumbraron suficientes cosas como para avistar, al menos en un futuro cercano, el devenir de ambos equipos. Todas las buenas noticias se concentraron en un lado, el blanco. Baste decir que el Real Madrid, salvando las distancias lógicas, se pareció a la selección española. Jugó con toda su plantilla, tuvo una constancia anotadora a la que Unicaja no pudo responder, su eficacia e intensidad defensiva no bajó a pesar de que la brecha numérica en el marcador rondaba la diferencia escandalosa y durante el tercer cuarto dotó a su juego de una velocidad, valentía y espectacularidad que recordaba lo visto en Japón durante este verano. Con sus buenas acciones crecía su entusiasmo hasta el punto que los doce jugadores pudieron implicarse positivamente en un esfuerzo colectivo que les convirtió en máquina poderosa. No hay nada mejor para un embrión de proyecto que una inyección de confianza como la que debe provocar un partido así. Aunque evidentemente las cosas no van a ser siempre igual de plácidas y agradecidas. Sobre todo porque será complicado que vuelvan a tener enfrente un equipo tan desangelado como el Unicaja.

Llegan tiempos de incertidumbre en Málaga. Cierto que el equipo de Scariolo suele necesitar unas cuantas jornadas para encontrarse, pero su empresa parece esta vez más compleja que nunca. Primero porque el listón lo tienen muy alto. Estamos hablando de los actuales campeones. Y segundo, y más preocupante, porque han perdido piezas de difícil sustitución. En el haber de Santiago, Herrmann y sobre todo Garbajosa se cifró buena parte del éxito reciente, y jugadores de tamaña importancia resultan muy difíciles de sustituir. Unicaja ha perdido juego interior, anotación exterior, veteranía y raciocinio en el juego. Encima tienen a Brown lesionado, por lo que poco recordaba en este primer test al equipo asentado y roqueño de la temporada pasada. Han llegado Jiménez, Lorbek, Welsch o De Miguel, y van a tener que lidiar con la inevitable comparación, de la cual ayer salieron muy mal parados. Al final, unos sembraron ilusión y otros muchas dudas. Tiempo habrá para saber si lo visto no va más allá de una cuestión casual o se convierte en el primer aviso de que algo ha cambiado en Madrid y Málaga.