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Columna
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El marido de la pregonera

De entre todas las opiniones relacionadas con el pregón que pronunció Elvira Lindo con motivo de las fiestas de la Mercè, me han sorprendido las de otro escritor: Antoni Dalmau. Las oí en el programa que presenta Glòria Serra en COM Ràdio. "Más allá de alguna columna de EL PAÍS", dijo, "no he leído nada más de ella y soy incapaz de calificar su obra literaria, que no conozco. Pero me parece, por las noticias que tengo, que tampoco es suficientemente relevante como para justificar que sea pregonera". Los demás tertulianos hicieron sus comentarios hasta que Dalmau añadió: "Su marido es un excelentísimo escritor. He leído toda su obra". Luego, en referencia a esta curiosa contraposición, explicó que "el talento no se reparte por vía conyugal".

En la literatura es habitual. En cualquier otro campo sería raro que un trabajador comentase en público la relevancia del trabajo de un colega y competidor. Al dueño del bar Ramon no se le ocurre hablar en una tribuna pública de la poca relevancia de los menús del bar Manel, porque es juez y parte. Si el dueño del bar Ramon hablase de la poca relevancia de los menús del bar Manel, los clientes supondríamos que él, en cambio, considera relevantes los suyos. En todo caso, la relevancia de un menú no es fácil de definir. ¿Según qué criterio? ¿Las ventas? ¿Las críticas? ¿Todo a la vez? No sé. A mí me parece que Una palabra tuya o Manolito Gafotas, de Elvira Lindo, son, por lo menos, tan relevantes como El cor de l'espiral/ diari íntim d'un conseller d'agricultura, de Dalmau. Pero, de todas formas, lo más raro es lo otro. Que después de comentar si la obra de la pregonera es relevante, elogie la de su marido, Antonio Muñoz Molina, como si tuviesen algo que ver. (A mí, me gustan las dos).

Siempre me ha causado perplejidad la gente que, para reforzar que algo no le interesa, te pone de ejemplo otra cosa -totalmente distinta- que sí que le interesa. "¿Te gustan los Beatles?", le preguntas a alguien. Y te contesta que no, que le gustan más los Rolling Stones. "¿Te gusta ver la televisión?", le preguntas. Y te contesta que no, que le gusta más leer. (¿Eing?) Te hacen elegir entre querer más a papá o a mamá, entre la carne y el pescado o entre el mar y la montaña. Y la verdad, cuando se trata de cosas buenas, lo normal es quererlo todo. Beatles, Stones, tele, libros, papá, mamá, carne, pescado, mar y montaña. Yo les juro que Gently Weeps es una canción increíble del White Album, de los Beatles. Pero también les juro que Stray Cat Blues es una canción increíble del Beggars Banquet, de los Stones. Creo que los que de verdad han escuchado a los unos y a los otros, no simplifican de este modo.

Comparar a Elvira Lindo con Antonio Muñoz Molina de este modo es rancio. No se les compara por ser de la misma generación, de la misma ciudad o del mismo sello editorial. Se les compara porque duermen juntos. Es absurdo, pero no es nuevo. Durante el Sant Jordi de 2003, asistí a la bronca de una editora hacia una escritora. La primera le recriminaba a la segunda que era muy injusto que ella tuviese más lectores que su marido, que también era escritor. He podido comprobar que es imposible decirle a un periodista que te gustan los libros de Siri Hustwedt sin que te hable de su esposo, Paul Auster. Normalmente lo que dice es que "sintiéndolo mucho por ella", el marido es mejor. La paradoja es ésta. Si la mujer y el marido escriben, hasta los más progresistas hacen comparaciones. Si sólo escribe la mujer, no pasa nada. Y si sólo escribe el marido, la maquinaria feminista se pone en marcha. Entonces, te dicen que ella es la verdadera autora a la sombra de los libros de él, que sin ella la obra de él no existiría, etcétera. Si no, leña a la chica, que si es tan graciosa no puede ser que escriba bien.

moliner.empar@gmail.com

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