Las miserias de los héroes
Stephen Crane (1871-1900) era periodista, uno de aquellos periodistas que, como John Reed, participaron en acontecimientos que cambiaron el curso del mundo. Su época se corresponde con el crecimiento de las grandes ciudades americanas y el paso del mundo rural al urbano. Crane es autor de excelentes poemas, novelas y cuentos. Su imagen es la del escritor aventurero de vida agitada y como tal fue corresponsal de guerra en la de Cuba y en la greco-turca. Él creía que las vivencias personales eran decisivas para un escritor y a ello responden los cuentos del Bowery como Maggie, una chica de la calle y Hombres en la tormenta; del mar, como El bote abierto, donde cuenta su experiencia de sobrevivir a un naufragio, perdido en el mar durante treinta horas; o de guerra. Paradójicamente, Crane no participó en la guerra de Secesión norteamericana y su novela La insignia roja del valor, que cuenta esa guerra desde la cabeza de un soldado novato, es considerada una obra maestra que pertenece por mérito propio a la Historia de la literatura norteamericana.
HERIDAS BAJO LA LLUVIA
Stephen Crane
Traducción de J. Aparicio- Belmonte y M. Ermitas Barrasa
Rey Lear. Madrid, 2006
248 páginas. 19 euros
El estilo de Crane es realista. El impacto que causó su Insignia... hizo creer a los críticos que se trataba de un veterano de aquella guerra; ¡tenía tan sólo 24 años cuando publicó el libro! Su modelo era Zola, de quien conocía su canon literario expresado en el libro de este último La novela experimental. Su realismo es fundador dentro de la narrativa norteamericana, pero a ello debe añadirse el mérito de haber escrito una novela que superaba el modo que hasta entonces había abordado las historias de la guerra civil estadounidense; ese modo era el romanticismo heroico y Crane se enfrentó a la cruda realidad de una guerra: miedo, muerte, dolor, suciedad, arbitrariedad y barbarie. Este modo de enfocar la guerra le valió graves críticas y acusaciones de antipatriotismo, pero lo cierto es que con él se cerraba el mundo mítico de los héroes para entrar en el de las personas reales con sus miserias y sus anhelos. Después de Crane ningún autor norteamericano de fuste se atrevería a contar la guerra como una épica. Dos Passos, Hemingway, Mailer e incluso el Héller de Trampa 22 provienen de él. El estilo de Crane es directo, conciso y penetrante. No desdeña la ironía ni el humor, pero sobre todo ello prevalece el realismo y lo que podríamos llamar el "compromiso con la realidad".
Heridas bajo la lluvia es una reunión de relatos publicados póstumamente en el año de su muerte. Están concebidos como relatos aunque algunos de ellos no tengan más ambición que la de ser escenas de guerra. Lo que ocurre es que Crane lo cuenta tan bien, tan sin adornos, pero, al mismo tiempo, con una mirada tan precisa sobre lo significativo, que no tiene desperdicio. Además, todos los relatos se refieren a la guerra hispano-cubana y allí veremos a nuestros compatriotas, valerosos como soldados y lamentablemente decadentes como civiles, bien combatiendo, bien pretendiendo desconocer una realidad que los aplasta. Y junto a ellos, guerrilleros, insurgentes y marines que marchan, luchan y mueren como siempre sucede en las guerras: sin saber muy bien por qué. Hay en Crane una crítica acerba tanto a la burocracia política norteamericana como al tratamiento que la prensa sensacionalista, encabezada por Randolph Hearst ("ustedes pongan las crónicas, que la guerra ya la pongo yo") estaba dando al conflicto en Estados Unidos.
El lector se codea con soldados de toda condición y con los corresponsales que rodean a Crane; y el retrato, la atmósfera, el escenario, el conjunto de tipos, el ir-y-venir de unos y otros, la carencia, los olores, el miedo, el desconcierto... van levantando un todo que, al final de la lectura, resulta verdaderamente poderoso; lo es en su hondura, conseguida paso a paso, y lo es en su intensidad, lograda merced a este estilo que llega en línea recta hasta nuestros días dentro del realismo americano de un Tobias Wolff o un Adam Haslett. Combina sugerencia y precisión a la vez en un estilo tan depurado y expresivo como el de este ejemplo: "A una orden, los hombres retrocedieron cuatrocientas yardas y se dispersaron con la rapidez y el misterio de un puñado de guijarros arrojados a la noche".
No puede decirse que españoles o marines salgan bien parados; a título personal, Crane manifiesta su respeto por ellos -y una cierta pena por la penosa realidad de la Armada española-; pero en su conjunto no hay una sola concesión a la interpretación heroica del guerrero. Todo es una sucesión de pifias y azares, quizá porque "la guerra provee a aquéllos a los que ama. Provee a veces muerte y otras veces una salvación increíble y singular". Dos textos -el del alocado espía Johnnie y el del niño bien de un prominente senador metido a capitán-, además de algunas escenas en las que el humor no es sino una válvula de salida a la presión acumulada, ponen la distancia irónica que se necesita para digerir el horror de la guerra. En España puede encontrarse La insignia roja del valor (Eiunsa), una excelente selección de cuentos en El monstruo (Alba) y el libro de poemas Los jinetes negros (Hiperión).
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