Los 'agujeros negros' de la URSS
Cuatro conflictos regionales heredados de la Unión Soviética amenazan la estabilidad de Europa
Quince años no bastan para resolver cuatro conflictos separatistas legados por la Unión Soviética al desintegrarse en 1991. Los territorios de Abjazia y Osetia del Sur en Georgia, el Alto Karabaj en Azerbaiyán y el Transdniéster en Moldavia -cada uno a su manera-, son focos de inestabilidad en Europa y para estos agujeros negros de la ex URSS no se atisban hoy compromisos hacia una solución pacífica. Al contrario, ya que los secesionistas ven la desmembración de Yugoslavia como argumento a su favor y creen que lo que es válido para Kósovo lo es también para ellos. Rusia les secunda en esta actitud, mientras los dirigentes de Georgia y Moldavia, cada vez más impacientes, buscan apoyo en Occidente, y lo encuentran para el diálogo y la diplomacia, pero no para la guerra.
Los separatistas ven a los rusos como una garantía contra incursiones armadas
Osetia del Sur celebra en noviembre un referéndum para salir de Georgia
Los conflictos congelados de la ex URSS han sido incluidos en el orden del día de la 61 Asamblea General de la ONU a instancias de Ucrania y otros Estados del grupo GUAM (Georgia, Azerbaiyán y Moldavia) con la oposición de Rusia y Armenia. El 17 de septiembre pasado, el Transdniéster celebró un referéndum en el cual más del 97% de la población se declaró a favor de la independencia de Moldavia y la incorporación a Rusia. En noviembre, Osetia del Sur realizará un referéndum semejante para reiterar posiciones ya manifestadas en anteriores consultas populares.
La comunidad internacional no reconoce como Estado a ninguno de los secesionistas, ni siquiera Rusia, que tiene tropas pacificadoras en Abjazia, Osetia del Sur y el Transdniéster, con distintas fórmulas de acuerdo en cada caso. Oficialmente, Rusia está por la integridad territorial de Georgia, Azerbaiyán y Moldavia, pero sus representantes diluyen cada vez más esta postura con declaraciones a favor de los separatistas y sus derechos. El Kremlin juega con la idea de la autodeterminación, aunque con limitaciones, pues el argumento es un arma de doble filo, si se aplica a sus regiones problemáticas, como Chechenia.
En 2004, con Chechenia más controlada que en el pasado, Putin acusó a Occidente de mantener un doble rasero respecto a Kósovo y a los territorios secesionistas de la ex URSS. En Francia, el pasado fin de semana, Putin reiteró que Rusia respeta el derecho internacional y la integridad territorial de Moldavia, pero señaló que se deben "buscar soluciones que satisfagan a todos que viven en un determinado territorio, especialmente en Europa". Pese a la falta de reconocimiento internacional, los separatistas se sienten hoy más respaldados por Moscú que en el pasado.
Con Putin, Rusia emprendió una política sistemática de entrega de pasaportes en las regiones secesionistas y hoy un elevado porcentaje de la población local son ciudadanos rusos (150.000 entre los 230.000 habitantes de Abjazia; 40.000 entre los 50.000 habitantes de Osetia del Sur y 100.000 entre los 500.000 residentes en el Transdniéster). Moscú ha creado así una "base legal" para intervenir en defensa de los derechos de sus ciudadanos.
Desde la perspectiva de Moldavia y Georgia, Moscú ha dejado de ser mediador para convertirse en parte del problema. De ahí que Chisinau y Tbilisi redoblen sus presiones para forzar la retirada de los pacificadores rusos de los territorios separatistas, una exigencia que el presidente de Georgia, Mijaíl Saakashvili, formuló en la Asamblea General de la ONU.
El georgiano acusó a Rusia de "anexión" y pidió que se internacionalizaran los esfuerzos mediadores, aunque en Abjazia y Osetia del Sur existe ya una presencia internacional. En el primer caso, de observadores militares de la ONU que vigilan un alto el fuego de 1994, y en el segundo, de observadores la OSCE (Organización de Seguridad y Cooperación en Europa), que vigilan otro alto el fuego de 1992. Los separatistas ven a los rusos como una garantía contra incursiones armadas semejantes a las que experimentaron a principios de los noventa.
Saakashvili rechazó la analogía entre los territorios separatistas post-soviéticos y Kósovo. Cualquier posición que implique "tratos y canjes territoriales a cambio de un acuerdo sobre Kósovo es no solo anticuada sino profundamente inmoral", señaló el líder georgiano en la ONU. Pocos días antes, Putin expresó la opinión opuesta: "Uno no debe aplicar un criterio con Kosovo y otro con Abjazia y Osetia del Sur", dijo el líder ruso a un grupo de estudiosos occidentales.
Cada conflicto congelado tiene sus peculiaridades y "los intereses de Rusia no son de la misma naturaleza en todos ellos", afirma una fuente próxima al Kremlin. Osetia del Sur y Abjazia son "una cuestión de seguridad en el Cáucaso", dados los vínculos de estos territorios fronterizos con las comunidades nacionales del sur de Rusia. A principios de los noventa, la llegada de refugiados de Osetia del Sur a la región rusa de Osetia del Norte desestabilizó el precario equilibrio de los osetios con la comunidad de los ingushes y produjo un conflicto en cadena que podría volver a repetirse, señalan las fuentes. En el caso del Transdniéster, se trata de una cuestión de "geoestrategia" y de "valores". El Transdniéster, poblado sobre todo por eslavos, nunca fue parte de Rusia, aunque sí de Ucrania, en época soviética. El Alto Karabaj, el enclave azerbaiyano ocupado por Armenia en los años ochenta en época de Mijaíl Gorbachov, es un contencioso bilateral que impide a la región beneficiarse de la riqueza creada por el petróleo de Azerbaiyán, además de ser una amenaza latente sobre el sistema de transporte del crudo del Caspio a Occidente.
"Hay Estados reconocidos que no son tales y Estados no reconocidos que sí lo son", señalaba un político ruso que no quería ser identificado. Al margen de los juegos geoestratégicos por la esfera de influencias, los separatistas de Abjazia y Osetia del Sur tienen unos argumentos que Occidente se ha negado a escuchar, señalaba.
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