La dificultad para adaptarse a los horarios y a los impuestos
Aunque Rachid, Lahcen y Faisal aseguran que se han adaptado con total normalidad las costumbres españolas, lo cierto es que, según los responsables del centro de día El Pino, hay muchas cosas que les chocan. Sor Magdalena apunta que la puntualidad, la rigidez de los horarios es de lo que peor llevan. "Les cuesta muchísmo", afirma la religiosa. Entre los que empiezan a trabajar, el pago de impuestos es todo un problema. "Les cuesta entender lo que es pagar a Hacienda", añade la religiosa.
Más fácil, según sor Magdalena, es la comprensión de otras cuestiones, como "el sistema laboral español o valores como la honestidad". En el centro dan clases dos mediadores marroquíes, lo que facilita las relaciones con los chavales.
Cuando llegan a la finca El Pino, los especialistas trabajan con ellos en lo que denominan "ajuste de expectativas", es decir, en explicarles que esto no es como ellos imaginaban, que no hay dinero fácil. "A ellos les da igual y siguen convencidos de que aquí se vive mejor y lo que quieren es regularizar su situación y empezar a trabajar", añade la religiosa.
Uno de los hechos que han detectado los responsables de los centros de inmigrantes en las últimas fechas es la presión que sufren los chavales que han llegado a España por parte de sus familiares para que les envíen dinero. Esta situación tensa se agrava cuando los chavales se han socializado y empiezan a comprarse vaqueros de moda o móviles y el dinero que mandan a sus casas empieza a reducirse.
Familias estructuradas
Y es que en la mayoría de los casos, los menores que llegan a las costas andaluzas pertenecen a familias estructuradas, que depositan todas sus esperanzas en que el chico gane dinero en España. Este hecho da lugar a situaciones extrañas, como que sean los propios padres los que llamen desde sus países a los diferentes centros de acogida de la Junta para ver si han llegado sus hijos. En algún caso, incluso, las llamadas han alertado de la llegada de la patera en la que iba el menor, conscientes los padres de que los menores no pueden ser repatriados a sus países de origen. "Las familias no rompen el contacto con los chicos, de hecho les llaman dos o tres veces por semana", afirman fuentes de la Junta.
También ha llamado la atención entre los responsables autonómicos la disminución de la edad de los menores que arriban en las costas andaluzas. Antes tenían entre 16 y 17 años. Ahoras están llegando chicos incluso de 10 u 11 años.
Esta llegada de menores inmigrantes en los últimos meses ha causado que los centros de protección de menores de la Junta estén hasta arriba (970 chicos, según la Administración) y no pueda acoger "a ni uno más" de los que están llegando a Canarias.
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