"Los inmigrantes no somos un problema, sino una solución"
"Es importante un entendimiento entre culturas para hacer un mundo más justo"
Ailem siempre lleva en su cartera una copia del Canto a la libertad de José Antonio Labordeta. "Me da ánimos", comenta, mientras lee en alto sus conocidos versos: "Habrá un día en que todos / al levantar la vista / veremos una tierra que ponga libertad".
De carácter "optimista", imagina ese día en el que el Sáhara Occidental, ocupado por Marruecos desde hace 31 años, alcance por fin la libertad, pero también es "realista". Por eso, recuerda a España su "responsabilidad" en la situación por un desastroso proceso de descolonización. "El pueblo español está a nuestro favor, pero el Gobierno cada día está más cerca de los intereses de Marruecos y Francia", critica, con la vista puesta en un referéndum de autodeterminación que no llega.
Ailem dejó su Smara natal con sólo cinco años y se instaló con su familia en los campamentos de refugiados de Tinduf, en Argelia. Pasados unos meses, se trasladó junto a otros niños a Libia para estudiar. "Al principio estuve dos años sin ver a mi familia", se lamenta. Demasiado tiempo para una niña, a la que se le llegó incluso a difuminar la imagen de sus allegados. Luego ya volvía a Tinduf cada verano.
En 1984, debido al acuerdo entre Marruecos y Libia, tuvo que continuar su formación en Argelia y siguió viendo a los suyos sólo en verano. "Fue muy duro". Así llegó a la Universidad, donde estudió Biología y se especializó en microbiología.
Ya licenciada, volvió a los campamentos y, pasado un tiempo, empezó a trabajar como voluntaria sin cobrar en el laboratorio de microbiología del Hospital Rabone. "Tenemos mucha fe en nuestra causa y por eso trabajamos en esas condiciones", argumenta. Ailem permaneció en este puesto cuatro años. Nunca dejó de pensar que ella y los suyos luchaban por "una causa justa", pero llegó un momento en que decidió viajar a España para forjarse su propio proyecto vital.
Con un visado de turista, salió de Tinduf hacia Guipúzcoa, donde ya vivía una prima. Tenía 32 años y lo primero que hizo fue acudir a una Escuela para Adultos (EPA) para aprender castellano. Recibió "mucha solidaridad" por parte de los profesores, quienes, además de enseñar el idioma a los inmigrantes, les informan de dónde pueden buscar trabajo.
"Me sorprendió toda la gente que había de muchas partes del mundo. Solíamos charlar sobre emigración. España necesita mano de obra, sobre todo para trabajos que no quiere la gente de aquí. Los inmigrantes no somos un problema, sino una solución", dice. Y añade: "Los países colonizadores nos quitaron muchas riquezas. Es justo que ahora yo busque trabajo aquí. No vengo a robar; vengo a mejorar mi vida trabajando".
Empezó a trabajar en un bar de San Sebastián limpiando, pero no ganaba lo suficiente. Se empleó entonces como interna con una familia de Villabona. "Me ayudaron mucho. De hecho, aún mantengo relación con ella".
Allí permaneció casi un año, pero se tuvo que marchar. Su visado de turista había cumplido con creces y se encontraba en situación irregular. Comenzó entonces una "dura" etapa para lograr "los papeles". Pasó por Santader y Alicante, en pos de conseguir la nacionalidad española, pero en su mente estaba volver a Guipúzcoa. "En el País Vasco hay una solidaridad especial con los saharauis", destaca.
Y hace unos meses volvió. Ahora vive en Lasarte, ha regresado a la EPA y está realizando un curso de mediadora intercultural. Le gustaría encontrar un trabajo en este campo, pero el caso es hallar un empleo. "Es importante que haya un entendimiento entre culturas. A ver si así podemos hacer un mundo más justo", comenta Ailem sonriente y ataviada con una malhfa. "Me gusta vestir así por una mezcla de religiosidad y costumbre. No hago daño a nadie", apostilla.
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