Himnos
El señor Castillo Díaz hace poco se indignaba en estas mismas páginas de que no sólo no se conozca el himno nacional español en el mundo, sino que, encima, lo pongan de música de fondo de dictadura e intolerancia. Antes de tildar a los no españoles de ignorantes, invito a quienes piensen como nuestro indignado conciudadano a recordar que hace bien poco, en el partido de fútbol España-Luxemburgo, en vez de tocar el himno de Luxemburgo se tocó el del Reino Unido, con el agravante de que los comentaristas de Radio Nacional dijeran, en su afán de informar al oyente, que lo que sonaba era el himno alemán. En cuanto a las connotaciones de los himnos, el británico, precisamente, se canta en Estados Unidos con otra letra, como uno de los himnos clásicos procedentes de su guerra de independencia. El alemán ha sido muchas veces igualmente asociado al nazismo, siendo muy anterior a ese horror, y el venezolano es una vieja canción de cuna. Que un himno, a los acordes del cual Francisco Franco entraba bajo palio a las iglesias con los obispos brazo en alto, se asocie con intolerancias, o que no se conozca muy bien por los espectadores... no debería ser tan escandaloso. A mí me escandaliza mucho más que, por ejemplo, en EE UU suene el himno para todo, con la obligatoriedad de levantarse, y la cuasi-obligatoriedad de ponerse la mano en el pecho. O que se instale en la plaza de Colón esa gigantesca bandera, imitando también a EE UU, que son los que hasta ahora eran maestros en ondear banderas gigantescas... en las agencias de venta de coches usados.
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