Generosidad estratégica
Ambos dejaron la comodidad del empleo fijo en servicios sociales de la Generalitat. En la Cataluña actual hay pocos burócratas con cargo que dejen de serlo por voluntad propia. Se adentraron en el riesgo, hace 10 años ya, de montar una empresa de foundrising, algo que no existía entonces en España. El reto era "levantar fondos" para ayudar más eficazmente a la gente que lo necesita y promover el cambio social. Los dos tienen una licenciatura de Derecho y una experiencia en común: la gente necesita dinero para solucionar problemas acuciantes de supervivencia y de justicia; la sociedad democrática requiere que el dinero aflore y se sitúe allí donde es más eficaz para avanzar.
Veían claro, en 1996, cuando nació Projecció, su empresa de consultoría social, que su experiencia y sus esfuerzos iban a ser más eficaces y libres fuera de una administración no por joven menos anquilosada. Ambos se confiesan votantes socialistas pero independientes de criterio. "Dejé la Administración porque allí había llegado al tope de mis posibilidades", dice Ricard, manresano de 48 años, que entonces era jefe de Planificación de Bienestar Social y se había graduado en organización de empresas en el IESE. Encontró trabajo como director de servicios de los Juegos Paralímpicos de 1992 y luego se estableció como consultor y participó com asesor en los Paralímpicos de Atlanta y en diversos programas de la Unión Europea. A Isabel, barcelonesa de 59 años, funcionaria traspasada a la Generalitat, donde era responsable territorial de Barcelona y de Infancia, diplomada en Trabajo Social, no le cuesta decir: "Creo en la Administración pública, pero a mí, en concreto, se me hizo lo que hoy llamamos mobbing". Lo dejó para ser directora de programas sociales en la Fundación La Caixa desde 1990 hasta 1996. Coincidían en su diagnóstico sobre el impasse administrativo y decidieron liarse la manta a la cabeza para "apostar por el papel estratégico de la sociedad civil para transformar su generosidad en esfuerzos organizados".
Les costó abrirse paso: "Nuestros colegas no lo entendían. Creían que habíamos montado una ONG. Somos una empresa de estrategias sociales, explicábamos". Tenían que dejarlo claro: no se trataba de mercadotecnia, sino de estructurar lo que pasaba en un ámbito solidariamente intuitivo, lleno de buena voluntad, pero caótico, incierto y desorganizado. Comenzaron haciendo inventarios de lo elemental: ONG y grandes donantes en España. "No había documentación fiable, así que rastreamos la realidad y publicamos varios libros con los datos emergentes". Documentos básicos que descubrieron el quién es quién de la solidaridad española y que explican adónde van a parar los fondos que Hacienda recoge en los impuestos. Pusieron orden, aclararon el panorama. Su trabajo suplió al que hubieran tenido que hacer las administraciones. No sólo eso: ayudaron a que la generosidad y la solidaridad social adquirieran conciencia de sí mismas y de sus posibilidades de influencia real.
Impartieron cursos de formación, dieron conferencias, crearon hábitos, viajaron por toda España, contactaron con sus homólogos europeos y americanos, crearon la primera asociación de foundrisers españoles (hoy agrupa a cerca de 200 profesionales), asesoraron a organizaciones como la Cruz Roja y otras de su solvencia: "ventilamos el sector", dicen. Hicieron más: crearon conciencia de que la filantropía, la solidaridad y el mecenazgo son cosas importantes que ayudan a cambiar las cosas. "No se trata de lavar la conciencia de los ricos, ni de hacer las tareas sucias a la Administración con la inmigración, por ejemplo, o con la pobreza, que es lo que pasa cuando las ONG se convierten en empresas de servicios, sino de calcular con seriedad qué es lo que se puede hacer desde la sociedad por la propia sociedad. Dar a conocer la solvencia de las ONG, prescindir de las modas y utilizar correctamente la fuerza del voluntariado".
Fueron pioneros y acertaron. "Los españoles son mucho más solidarios que las empresas". Aportan datos de mucho interés: en 2005 el 13% de la población, 3.973.770 personas, apoyaba a alguna ONG: su aportación era de 184 millones de euros. Hacienda obtuvo, en 2004, 642 millones de euros de los ciudadanos para el sector social: mucho más que lo invertido por las cajas, 470 millones de euros, y que las deducciones de las empresas, 68 millones. El sector representa el 7% del producto interior bruto, 87.000 millones de euros, y tiene 1,3 millones de trabajadores, incluidos 130.000 voluntarios. Ésta es hoy la realidad, pero ellos piensan que "en España aún no se ha llegado al límite en la capacidad de solidaridad". Siguen siendo críticos: "Los problemas cambian".
m.riviere17@yahoo.com
PERFIL
Son pioneros del 'foundrising' en España: en 1996 fundaron su empresa Projecció, una asesoría estratégica para el sector social. "Lo más difícil está hecho: ordenar y ventilar el sector". En 2003, con unos socios franceses fundan Entropía, que "gestiona el caos" y sirve a la organización interna de ONG como Médicos sin Fronteras. Los dos son abogados y dejaron la administración pública para arriesgarse en el sector privado. "La sociedad ha de saber jugar sus cartas en la solidaridad de forma eficaz": ésta es la meta.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.