El lince
Qué cosas más raras hace el pelotón. Cosas a las que a veces ni yo encuentro explicación, y eso que llevo ya unos cuantos años entre ellos. De todas maneras, yo no suelo quejarme en exceso; la carretera es libre y que cada uno actúe como mejor le parezca o le convenga. Y menos aún me quejaré cuando la actitud del pelotón me beneficie, y afortunadamente eso es lo que ocurrió ayer. Gracias, de mi parte y de tantos otros tan o más agradecidos aún que yo. Esto ya es pan comido.
Ayer al pelotón le salió la vena ecologista; sí, como lo cuento. Atravesábamos el Parque Natural de Andújar, en Sierra Morena, por una carretera solitaria y descarnada. Empezamos entonces a encontrarnos señales triangulares -de las de peligro- con un dibujo de un lince en su interior. Más tarde, unos paneles explicativos: por favor, moderen la velocidad y circulen con precaución; se pueden encontrar ustedes linces ibéricos cruzando la carretera. Y luego, cada poco, nuevas indicaciones para recordar lo anterior.
Pues estas últimas sobraban porque fue ver la primera señal y el pelotón se lo tomó al pie de la letra. Todos tranquilos, despacito y con los ojos bien atentos a lo que se cruzase en la carretera. Quizá fue para exculparnos de todos nuestros pecados cometidos en estas tres semanas porque si de algo no se puede vanagloriar el pelotón es precisamente de respetar la naturaleza. Tú te pones un rato en cola de pelotón y te hartas de ver a corredores arrojando cosas a izquierda y derecha cuando no directamente a la mitad de la carretera. Como lo cuento. Los botellines y las bolsas de avituallamiento poco durarán donde caigan, eso es cierto, porque siempre hay aficionados que los recogerán para llevárselos de recuerdo. Pero ¿quién recoge las latas de refresco, eh; quién?, ¿y los plásticos de las barritas energéticas?, ¿y el papel aluminio de los pastelitos? Porque una barrita a medio comer -a veces tiras la mitad porque después de tres semanas ya las aborreces- siempre servirá de alimento para la primera alimaña que pase por allí, pero ¿y el plástico?, ¿acaso alguien se come el envoltorio? No; no tenemos disculpa por mucho que pongamos excusas. Somos una cuadrilla de guarros -yo incluido-, siempre lo diré. Yo, por lo menos, tengo cuidado de no hacer lo mismo en los entrenamientos, pero algunos ni eso.
En fin, que la escapada se fue y coincidió con la reserva de los linces, así que el pelotón encontró excusa para parar. Nadie vio ninguno -eso creo-, aunque seguro que por ahí andaban. Serán de hábitos nocturnos, digo yo, pero si a alguno le despertamos de la siesta y nos vio ya pensaría: ¿qué se les habrá perdido a éstos por aquí con lo tranquila que es Sierra Morena?
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