Depre futbolera
El fútbol en España es el deporte ciclotímico por excelencia
. Ni eran tan buenos los jugadores de la selección cuando se tiraban cohetes después de los primeros triunfos en el Mundial de Alemania, ni ahora son unos tuercebotas tras el desastre con Irlanda del Norte. Lo que sí es cierto es que el seleccionador, Luis Aragonés, se ha convertido en la imagen de la tristeza y de la vacilación. Se despierta con un "adiós", pero se acuesta con un "me quedo" para forzar el despido y una indemnización. En la vida malo es fiarse de las amistades interesadas. Cuando estás arriba te palmean, pero cuando no, te dan la espalda y te juzgan sumariamente, como ahora le ocurre al seleccionador con la prensa deportiva. Es la condición humana. Luis ha sido condenado por esos medios, que también tienen su culpa por generar excesivas ilusiones, ser cómplices a veces de los jugadores o realizar precipitados análisis. La cabeza de Aragonés no resuelve los males. Es hora de una renovación de los estamentos federativos y de la convocatoria de elecciones por parte de Villar.
Nada tiene tanto éxito como el éxito. Ejemplo, el baloncesto. Ése ha sido el gran mal para nuestros futbolistas: el oro de la selección de baloncesto en Japón. Y más aún, la concesión del Premio Príncipe de Asturias a nuestros baloncestistas por su "ejemplo de superación ante las dificultades, de espíritu de equipo, de sencillez y compromiso con los valores del deporte". Hoy por hoy esos reconocimientos no los tienen ni de lejos los futbolistas por mucho que se abracen cuando suena el himno nacional o graben vídeos con ridículas canciones. Pero nada excluye que quienes hoy son mandados a la hoguera mañana estén en el Olimpo.
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