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Crónica:Fútbol | Segunda jornada de Liga
Crónica
Texto informativo con interpretación

Aimar, en estado puro

El Zaragoza supera con facilidad al Espanyol pese a jugar con uno menos, por la expulsión de Ponzio, durante una hora

Jordi Quixano

Tan omnipresente como soberbio, Aimar arregló el desaguisado de Ponzio, que soltó la lengua más de lo debido y abandonó precipitadamente el campo con la cabeza gacha. Ni la superioridad numérica espoleó al Espanyol, que cayó en La Romareda ofreciendo la imagen de un equipo deprimido, renqueante y falto de mordiente. Fue el reencuentro perfecto de Víctor Fernández, técnico del Zaragoza, con la afición; su equipo no sólo desplegó ese fútbol ofensivo que hace babear al hincha, sino que tachó de un plumazo la racha del Espa-nyol en Zaragoza -tres victorias y cinco empates en las últimas ocho visitas- y recompensó en parte la derrota del año pasado en la final de la Copa. Aimar, con su fútbol total, así lo decidió.

ZARAGOZA 3 - ESPANYOL 0

Zaragoza: César; Diogo, Sergio, Gaby Milito, Cuartero; Ponzio, Zapater, Aimar (Óscar, m. 60), D'Alessandro (Lafita, m. 83); Ewerthon (Movilla, m. 46) y Diego Milito. No utilizados: Miguel, Celades, Sergio García y Piqué.

Espanyol: Kameni; Sergio Sánchez (Zabaleta, m. 65), Jarque, Lacruz, David García (Pandiani, m. 61); Jônatas, Costa; Rufete (Tamudo, m. 46), Coro, Riera; y Luis García. No utilizados: Gorka, Torrejón, De la Peña y Moisés.

Goles: 1-0. M. 36. Aimar. 2-0. M. 81. Diego Milito. 3-0. M. 83. Óscar.

Árbitro: Rubinos Pérez. Mostró amarilla a Costa, D'Alessandro, Gaby Milito, Rufete, Sergio Sánchez, Lacruz y Zapater. Doble amarilla a Costa (m. 67). Roja directa a Ponzio (m. 30).

Unos 26.000 espectadores en La Romareda.

Víctor Fernández tiene claro el dibujo de su equipo. Apuesta por un 4-4-2 en rombo que desdeña las bandas descaradamente. Quiere que la zaga juegue adelantada, que el resto del equipo esté compacto. Y, de recuperar la pelota, la consigna es simple: balón a Aimar. Anoche, el argentino exprimió las piernas en grado superlativo y acabó por recorrer una cantidad desorbitada de kilómetros. No sólo se desfondó y desdobló en las tareas defensivas, para tapar los posibles huecos de la medular, sino que el arranque ofensivo del Zaragoza siempre partió de sus botas. Pero, como sabe conducir la pelota atada al pie, en ocasiones pecó de chupón. Gesto que le agradeció enormemente el Espanyol, que tiene a dos auténticas carrocerías como medios centro y que de medio campo para atrás reniega de la velocidad. De ahí que la primera línea blanquiazul siempre esté por las inmediaciones de Kameni. Lo pagó caro. La mejor virtud de Aimar no es iniciar las jugadas, que también, sino finalizarlas con una llegada desde la segunda línea. D'Alessandro, punzante y revoltoso, se coló por el centro, recibió el cuero y lanzó una majestuosa asistencia a Cuartero, que llegó a la línea de fondo como una exhalación. Éste alzó la cabeza y recicló el balón con un centro raso de primeras que alcanzó a Aimar. El ocho blanquillo, con la puntilla, con un movimiento tan técnico como precioso, alojó el cuero en las mallas de Kameni.

Sin Tamudo y De la Peña de inicio, el Espanyol se plantó con un 4-2-3-1 que remarcaba la presencia de los medios centro. Jônatas y Costa, dos pulmones sin parangón, se dedicaron a destruir todo el juego rival. Aunque a base de patadas se tratara. Los menudos argentinos, Ponzio, D'Alessandro y Aimar, lo sufrieron, que besaron reiteradamente la lona verde. Pero Ponzio, que ya había recibido un codazo de Riera y puntos de sutura en el labio, se exasperó en demasía; a la media hora debió de soltar algún improperio a Rubinos Pérez, que le enseñó el camino a los vestuarios con una tarjeta roja. Sorpresivamente, el favorecido resultó ser el Zaragoza, que se soliviantó ante la nefasta coyuntura. Marcó Aimar y, cuando Costa dejó la pierna como un infantil para ver la segunda amarilla, tiró de D'Alessandro para cerrar el partido. Desgastado Aimar, Óscar le suplió. Mientras se llevaba una cerrada ovación, no pudo sino esbozar una sonrisa; el trabajo ya estaba hecho. Y Diego Milito y Óscar, con un Espanyol agotado, sellaron el partido.

Aimar se abraza, tras su gol, a Sergio mientras D'Alessandro vuelve hacia su campo.
Aimar se abraza, tras su gol, a Sergio mientras D'Alessandro vuelve hacia su campo.EFE

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