_
_
_
_
Reportaje:LA CULTURA, CINCO AÑOS DESPUÉS DEL 11-S

El viejo 'nuevo orden mundial'

El viernes 8 de julio de 2005, un día después de los atentados terroristas de Londres, el primer ministro británico Tony Blair ofrecía en Gleneagles, Escocia, en calidad de anfitrión, su rueda de prensa para resumir las conclusiones de la cumbre anual del G-8 (los siete grandes países industrializados más Rusia). Uno de los periodistas, tras esperar en vano que los reporteros estrella de la televisión británica hicieran alguna pregunta sobre la masacre terrorista, todavía caliente, solicitó la vez.

-¿Qué se ha hecho mal señor primer ministro?, ¿cuáles han sido los errores cometidos para que los terroristas pudieran salirse con la suya, atacando con éxito? ¿Cuál es su reflexión íntima y personal, señor Blair?

¿Qué supusieron los atentados? La caída de la humanidad en la peor deriva de la historia del terrorismo mundial
Más información
El silencio de los corderos

Tony Blair miró fijamente a su interlocutor y durante una fracción de segundo pareció pensarse hasta qué punto merecía la pena responder, qué matices ofrecer. Dio la impresión de que iría algo más allá de lo previsible, pero no. Lo que contestó fue esto:

-Esta gente se dedica a hacer baños de sangre. Ellos son los únicos responsables... Son ellos los únicos responsables...

No era lo que se puede decir una respuesta, directa o indirecta, a la pregunta formulada. Blair, como el presidente norteamericano, George W. Bush, y el ex presidente del Gobierno español José María Aznar -el inefable trío de las Islas Azores en 2003-, repetía una consigna de propaganda.

El periodista evocó, para sí mismo, algo más tarde, aquellos pasajes, ya famosos, de Guerra y Paz en los que León Tolstói deja constancia del gran error que supone atribuir a una banda de malvados la responsabilidad del desencadenamiento de las guerras. Habría que preguntarse por qué los hombres son capaces de obedecer en cierto momento dado a un puñado de lunáticos.

Cinco años después de los atentados de Nueva York y de Washington, más de dos años después de la masacre de Madrid y un año más tarde del ataque de Londres, esta y otras cuestiones siguen siendo tabú.

No resulta, por otra parte, extraño. Para ver cómo la historia se repite, no hay que moverse un ápice del mismo escenario. Esto es, de Irak y Oriente Próximo.

Hay que rebobinar una década. Es el 11 de septiembre de 1990, 11 años antes de los atentados del 11-S. El presidente George H. W. Bush, el padre del actual presidente de Estados Unidos, se dirigía a una sesión conjunta del Congreso norteamericano. El Ejército de Irak llevaba seis semanas en su invasión de Kuwait. Bush padre explicó los objetivos de la próxima intervención militar, apoyada por una amplia coalición internacional, de la cual formaba parte el Gobierno español de Felipe González.

"Por encima de esta época problemática puede surgir un nuevo orden mundial: una nueva era, más libre de la amenaza del terror, más fuerte en la búsqueda de justicia y más segura en la consecución de la paz... Una era en la cual las naciones del mundo, Este y Oeste, Norte y Sur, pueden prosperar y vivir en armonía", advirtió Bush.

A continuación, describió las condiciones del nuevo orden: "Un centenar de generaciones han intentado este camino tortuoso hacia la paz, mientras que un millar de guerras han esparcido la cólera sobre los esfuerzos de la humanidad. Hoy este nuevo orden pugna por nacer. Un mundo muy diferente del que hemos conocido. Un mundo en el cual el imperio de la ley sustituye al imperio de la jungla. Un mundo en el que las naciones reconocen su responsabilidad compartida en la defensa de la libertad y de la justicia. Un mundo en el que los fuertes respeten los derechos de los débiles".

Los atentados del 11-S, algo más de una década después, ¿qué supusieron? La respuesta es obvia: la caída de la humanidad en la peor deriva de la historia del terrorismo mundial.

Aquellas condiciones que el presidente Bush había avizorado en 1990, antes de dar la señal de partida a la primera guerra del Golfo contra la ocupación ilegal de Kuwait, no se cumplieron. La amenaza del terror, pues, se adueñó de la agenda internacional.

Ahora, cinco años después, los hechos confirman que la estrategia seguida por George W. Bush, actual presidente, ha consagrado la escalada de los extremismos. En esa escalada, el riesgo de nuevos ataques -Irán, por ejemplo- está en la agenda.

Carl von Clausewitz advirtió, en su libro ya clásico De la guerra que "mientras una parte dicta la ley a la otra, emerge un tipo de acción recíproca, que lógicamente debe conducir a un extremo". No hay descripción que explique de forma más directa lo que ocurre en la actualidad.

Al cabo de los cinco años que siguieron al 11-S, lo que queda de la doctrina de seguridad nacional de George W. Bush, enunciada en 2002, es sólo eso: polarización de los extremos a la Clausewitz.

Choque de civilizaciones, no. Choque de barbarismos, sí, que diría el autor libanés Gilbert Achcar, residente en Francia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_