Calma tensa
Día de descanso y... vuelta al turrón, que, como decía por aquí ya hace más de una semana -cómo pasa el tiempo-, esto no es jauja.
Ayer fue el primer día de la segunda semana; una semana que -aparente y presuntamente- no presenta ninguna complicación para los que disputan la clasificación general, excepción hecha de la contrarreloj de Cuenca.
Una semana fácil, ¿no?, pensarán muchos.
Para nada. Ésta es la semana de la calma tensa, que debe de ser algo parecido al sueño de un marinero que cruza el océano en solitario. Duerme, sí; descansa, también, pero con todos los sentidos alerta por si acaso, que nunca se sabe lo que acecha.
El pastel a repartir son mientras tanto las victorias parciales. Y están caras por cierto.
Ayer, esa calma tensa duró apenas un kilómetro. El que transcurrió desde el kilómetro cero hasta el primer ataque.
Una vez roto el hielo, los ataques fueron constantes hasta que al final se fraguó la escapada.
Todos sabíamos que a la escapada, ayer, la veríamos en la meta, así que eran muchos los que querían meterse. Y, claro, pasó lo que pasó; que, como el terreno era selectivo, al final la escapada tenía que ser selecta, y así fue.
A principios de este año, en la Vuelta a Andalucía, se formó una escapada en una etapa. Eran como nueve o diez corredores, no recuerdo bien, pero entre ellos estaban Freire, Boonen y Petacchi, trío de lujo. Bromeamos entonces en el pelotón: aquella escapada costaba mucho. Y, cuando digo mucho, hablo en euros contantes y sonantes. Fichas, contratos, cláusulas y esas cosas de las que tanto les gusta hablar a los mánagers; en aquella escapada había mucho dinero pedaleando.
Y es que, claro, la costumbre es que en las escapadas de este tipo de etapas se filtren siempre buenos corredores -hay que serlo para pillarlas-, pero raramente los líderes.
Pero ayer, no. Ayer fue una escapada 100% seleccionada, como dicen los paquetes de café. Nosotros metimos a Rasmussen; bien, para nosotros era buena. Pero, cuando nos comunicaron por el pinganillo los nombres de sus compañeros de aventura, pusimos como cara de despiste. Uy, uy, uy, había mucho y bueno: otra escapada cara.
Quizá ninguno de ellos en el mejor estado de forma de su carrera deportiva, vale, pero casi todos grandes nombres, algo cuando menos insólito.
Y ganó Paulinho, subcampeón olímpico. Uno de los que menos trabajó se llevo el gato al agua -me lo contó mi compañero-. Cosas misteriosas que pasan en las fugas, porque unos sí y otros no, pero bueno... El final era selectivo y al final ganó el más fuerte en lo que fue la selección de la selección previa.
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