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Mundial de baloncesto 2006 | Una gesta inolvidable

El rey de la discreción

En una pared de las oficinas del Club Estudiantes, en la calle Serrano de Madrid, hay una foto de los años 70 en la que sale un chaval bajito, rellenito, con un largo flequillo, que mira a la cámara junto a sus compañeros de club, todos ellos aspirantes a jugadores de baloncesto. Ése chaval es José Vicente Hernández, más conocido por Pepu. Ése chaval es hoy campeón del mundo. No debía de jugar muy allá el muchacho y algún avispado le convenció para que se metiese a preparador. A ambos, felicidades. Porque fue así como empezó Pepu su carrera de entrenador, pasando por todas las categorías hasta llegar al equipo ACB, antes de dar el salto a la selección, la misma a la que ayer llevó a lo más alto.

No quiere ser colega de nadie, pero tampoco un teniente coronel. Sólo importan los jugadores
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La primera vez que estuve a sus órdenes fue en juveniles -él ya tenía la barba- y, siempre con su aparente seriedad, intimidaba a los jugadores. Más adelante ya empezamos el largo periodo de la ACB. ¡Doce añitos juntos, ni más ni menos!

Aquel chaval del Ramiro ha aplicado su filosofía de siempre a la selección: el juego de conjunto, aprovechando al máximo las cualidades de cada jugador. Pero de todos. Todos los jugadores participan, se lo hace saber y así siempre están preparados. En el ataque cada uno tiene su rol pero todos deben implicarse en la defensa. Se gana con la defensa de equipo. Por eso, para Pepu todo empieza desde atrás. Ha sido el gran éxito de esta selección. Donde hemos triunfado ha sido en la defensa. Ha conseguido que todo el mundo se implicara en una defensa de grupo, no sólo uno o dos especialistas en ese terreno.

Le gusta a Pepu crear un ambiente distendido. No quiere ser colega de nadie, pero tampoco un teniente coronel. Deja claro que es el jefe pero siempre se puede dialogar con él. No hay muchas normas, y las que hay no son muy rígidas. Siempre dice que las normas las ponen los jugadores. Si hay puntualidad y buen comportamiento no hay necesidad de poner en práctica reglas estrictas. Entrena pensando en la mejora a largo plazo y no sólo en el triunfo del día. Y ése también ha sido otro de los logros de esta selección. También aísla muy bien al jugador de los condicionantes externos y que no están relacionados con el juego.

No sólo hemos ganado el campeonato, hemos ganado mucho más. España sale muy reforzada. Todos los jugadores han participado y han tenido su protagonismo. Todos han dado un paso adelante en su juego. Tenemos un Gasol, sí. Pero ahora sabemos que podemos ganar a cualquiera si él no está. Para los próximos campeonatos España será un rival todavía más difícil de ganar.

Mientras escribía estas líneas me enteré de que el padre de Pepu había fallecido un día antes de la final. Tremenda y triste noticia. Pepu no se lo comunicó a los jugadores hasta el final del partido porque él no se considera importante. Su triunfo, enorme triunfo, es el de la discreción. El protagonismo es sólo de los jugadores. En el triunfo, de ellos es el éxito, aunque en la derrota él siente responsable. En un mundo en el que los entrenadores han pasado a primer plano, no se sabe bien a cuento de qué, Pepu es la excepción.

Ayer afrontó el partido más importante de su vida zarandeado por la peor noticia, a 10.000 kilómetros de los amigos, de la familia. Le vi en el podio, agarrado al trofeo, echándose la mano al corazón. Él era el único que estaba serio. Entonces me extrañó su actitud. Pensé que Pepu es discreto en la alegría, y luego entendí por qué estaba así.

A cuatro minutos del final, decidió a revelar a Jiménez, otro maestro de la discreción, que ha hecho un torneo memorable. Carlitos rompió a llorar. Cerca de él estaba Pau, un tipo maravilloso que lo es todo y que ahí estaba, llorando también. Toda la emoción que nos han transmitido los jugadores durante el campeonato ha sido impagable. Y la culpa la tiene Pepu, el mejor entrenador del mundo, mi entrenador.

SCIAMMARELLA

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