Experiencia y discreción
¿Bastará la acusación del fiscal para frenar la reelección de Luis Díaz como alcalde de Alicante? Pese a las caras de satisfacción que uno adivina en los socialistas alicantinos tras los recientes sucesos, diría que no. Hasta el momento, Díaz ha demostrado ser un consumado especialista en cruzar charcos sin mancharse, y los electores han juzgado positivamente estas habilidades. No es previsible, a estas alturas, que una nueva imputación les lleve a cambiar su voto. Además, si quien da primero da dos veces, Díaz ya tiene recorrido la mitad del camino que le conducirá a la alcaldía en las próximas elecciones. Antes de comenzar sus vacaciones de verano, y quizá previendo lo que finalmente ha sucedido, el alcalde entró en campaña electoral y lo hizo, como en él es habitual, formulando diversas promesas.
No hace falta decir que las promesas resultaron ambiciosas y todas ellas de la más alta calidad. Contenían, además, el punto de efectismo que precisan estos asuntos para tener éxito entre el público al que van destinadas. Entre otras cosas, Díaz anunció el soterramiento de la avenida Conde de Vallellano, que discurre junto a la dársena del puerto y atraviesa la ciudad. Se trata de una obra compleja, de ejecución difícil que, de realizarse, cambiaría por completo la fisonomía de Alicante. Compare el lector este ofrecimiento con la propuesta socialista de exigir un peaje por acceder a las ciudades y tendrá una idea bastante exacta del estado de la cuestión.
La oposición no se ha molestado en responder a los anuncios de Luis Díaz quizá porque considera al alicantino poco permeable a esta forma de propaganda. Si fuera así, me temo que se equivoca, como en tantas otras ocasiones. El alicantino -hablo del alicantino común- es una persona dada a la fantasía, a la que le gusta soñar, y siente una verdadera pasión por las novedades. Si un candidato ofrece promesas y novedades, y se muestra campechano y convincente en sus apariciones públicas, tiene hecha la campaña electoral. En estas situaciones -nunca se insistirá bastante en ello-, lo importante es transmitir ilusión, pues nadie se detiene a considerar si habrá o no dinero para acometer los proyectos llegado el momento de gobernar.
Como Díaz Alperi es hombre de experiencia en estos negocios, se limita a seguir el camino que le ha asegurado el éxito elección tras elección. Zorro viejo de la política municipal, se limita a encandilar a los electores y no muestra mayor preocupación. Que esas fantasías se materialicen o no alguna vez es una cuestión secundaria, de la que nadie le exigirá cuentas en el futuro. ¿Quién recuerda el programa electoral que condujo a Luis Díaz Alperi a la alcaldía de Alicante en las últimas elecciones? Tal vez haya países en que los ciudadanos consideren que las promesas electorales deben cumplirse y exijan a los gobernantes cuentas por ello cuando no lo hacen. Nosotros, sin embargo, aún no hemos alcanzado ese estadio superior de la democracia.
De los socialistas, por el momento, hay poco que hablar. Pacificados los ánimos -al menos, sobre el papel- tras la última asamblea, parece que se dedican a preparar la campaña electoral. Digo parece porque no han dicho una palabra sobre sus propósitos. Etelvina Andreu, su candidata, prácticamente no se ha hecho notar por el momento. Su presentación pública, realizada meses atrás, resultó tan discreta que pasó desapercibida para casi todo el mundo. Como subdelegada del Gobierno, Andreu ha mostrado un perfil igualmente discreto y aceptablemente eficaz. Habrá que ver cuál es su capacidad para sintonizar con los alicantinos en una campaña electoral. La situación jurídica de Díaz podrá darle algunos votos, pero no le asegura, ni mucho menos, la victoria electoral.
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